Opinión |
La condena final de Ferrys |
EDITORIAL |
Al final parece que todos los sacrificios realizados por trabajadores, Administración y acreedores pueden quedar condenados al fracaso: la dirección de Ferrys ha comunicado a los trabajadores y al Consell su intención de presentar el próximo martes ante el juzgado la liquidación de la empresa, que pondría punto final a la larga agonía de una firma representativa y señera de la industria valenciana, fundada hace casi 90 años. La drástica reconversión -en empleo, red y actividad- abordada por la compañía y el plan de reflotamiento aprobado el año pasado con una importante quita por parte de los acreedores no ha servido para remontar la actividad de la compañía. Ahora, con una deuda de 24 millones, ha decidido echar el cierre. Pero hay muchas respuestas que responder. Y la fundamental es saber qué ha ocurrido con los millones en ayudas inyectados a lo largo de estos años por Gobierno y Generalitat. Ferrys es mucho más que una marca comercial. Durante décadas fue el motor económico de toda una comarca que ahora ve cómo sus industrias señeras caen o desaparecen, con la consiguiente incertidumbre sobre el futuro. El cierre dejaría en la calle a 300 trabajadores, la mayoría mujeres, precisamente el colectivo más afectado por el paro en la Comunitat Valenciana. A menos que las gestiones de última hora del Consell consigan aplazar lo que parece un final inevitable, la empresa de Canals supondrá un remate dramático a una sangría que antes ha dejado exhaustas también a empresas como Sáez Merino y Tavex. Esta misma semana lo advertía la Cámara de Comercio de Valencia: la industria tradicional -y la textil es una de ellas- tiene «serias dificultades» para dejar atrás la crisis. Y para muestra, un botón. O tres. |