Hace ya algún quinquenio que la izquierda en general y, los socialistas en particular, no alcanzamos a entender cómo nos es negada la victoria electoral en los ámbitos autonómicos y locales valencianos mientras la derecha encadena una tras otra las victorias electorales que le permiten hacer uso y abuso de un poder omnímodo con un efecto sobre el tuétano de nuestra sociedad civil que va a quedar marcada a fuego por el régimen político que de manera sistemática ha ido construyendo el Partido Popular desde que gobierna las principales instituciones políticas valencianas y ocupa los principales resortes del poder económico y social de nuestro País.
La redacción de este artículo no se aborda desde la pretensión de encontrar la pócima que cure las dolencias de la izquierda ni descubrir la piedra filosofal que desentrañe la razón de tanto desencuentro entre los partidos progresistas y la sociedad valenciana. Solo se aborda el asunto desde la pretensión de aportar una pequeña reflexión sobre cómo influye en el electorado la falta de información y de participación en los asuntos públicos y en la creciente despolitización que está en el origen de las derrotas de la izquierda y los éxitos electorales de la derecha.
Parto de la hipótesis de que el hombre de la calle, los votantes, la gente corriente no puede ser, en democracia, un mero sujeto pasivo que observa las acciones de los responsables públicos sobre su vida y sus intereses individuales o colectivos, sin que esa forma de concebir al ciudadano no pase la factura correspondiente al sistema de relaciones políticas, sociales y ciudadanas; a la calidad del sistema democrático y al sistema de libertades que articula su funcionamiento más allá de sus aspectos formales.
Es una verdad meridiana que las personas solo ocupan la centralidad de la vida pública en la retórica vacua de los discursos políticos en los que se trasluce un cierto mesianismo que sigue considerando a los ciudadanos, como elementos de la masa que conforma el censo electoral y a los que se les atiende de manera asistencial y benefactora, excluyéndoles de facto del complejo entramado construido para la toma de decisiones que, de forma directa o indirecta, les afectan manteniéndoles realmente al margen en la construcción de la realidad y el entorno en el que han de de desarrollar su vida cotidiana de manera individual o colectiva.
Por todas estas cuestiones es obligado el concluir que no se construye nada solo con la mera información que toma forma de relato, cuando no de panfleto, o solo con la participación formal a través de los canales institucionales profundamente distorsionados por las diatribas partidistas; porque la terca realidad nos pone ante nuestras propias narices que el resultado de esta sistemática, alejada de la política genuina y del respeto al ciudadano como protagonista de la historia, solo nos conduce a una sociedad que se desentiende de los asuntos públicos y atiende de manera inconsciente a la llamada permanente de la derecha producida desde los resortes del poder más absoluto y profundiza en la esclerosis social que desemboca en una despolitización creciente que, a tenor de las políticas desplegadas por los partidos que se reclaman de la izquierda, no se si es una despolitización querida pero, indudablemente, es consecuencia de la práctica absurda de la mera información sin una previa participación real de los ciudadanos.
La alianza imprescindible con las personas que con su voto quitan y ponen gobiernos solo se puede concebir por la izquierda desde la creación de espacios de participación e información en los que el protagonismo cívico no sea un lugar retórico y en el que el empoderamiento de las personas, en tanto que ciudadanos, empoderen a sus representantes con la certeza de que van a traducir en políticas públicas el pacto de base alcanzado mediante el dialogo, el debate y la transacción social sobre la base de una participación activa y una información objetiva de los asuntos que, con sus matices o diferencias, son comunes a toda la sociedad. La izquierda nunca tendrá el poder, entendido como instrumento de servicio y transformación social, si los ciudadanos no se sienten parte activa del mismo tanto en su consecución, como en su ejercicio institucional y social. Si no andamos este camino, nos quedan muchos años de oposición que me niego a pensar que también sea pretendida.
Vicent Vercher Garrigós
22/09/2009