PSPV: PRIMARIAS, EMOCIONES, PERCEPCIONES Y POSTVERDADES

PSPV: PRIMARIAS, EMOCIONES, PERCEPCIONES Y POSTVERDADES

A veces la política también va de sentimientos, es más, me atrevería a afirmar que no hay política sin emociones personales y compartidas; ese pulso que late al mismo ritmo que tu corazón y ese espacio que se produce cuando te conectas directamente con un sinfín de personas y crees realmente que lo que haces cada día, el esfuerzo que realizas y el compromiso que adquieres tiene sentido y que, al ser coral y colectivo, da sentido a tu vida.

La política, entendida de verdad como servicio, no es nada fácil; es un camino en el que te vas encontrándote y desencontrándote con personas que dicen perseguir los mismos proyectos vitales y sociales. Personas que encuentras que van de frente, que te acompañan o a las que acompañas; algunas de ellas permanecen en tu vida para siempre, conforman tu familia más allá de la coyuntura inmediata y otras que hacen que tu camino sea árido, solitario y tremendamente duro. Somos las personas y no las circunstancias las que hacemos del noble ejercicio de la política un espacio en los que se fortalecen los valores de los que ha de nutrirse la palanca del cambio y el progreso justo; u otro en el que se manifiesta con toda su crudeza la naturaleza irredenta del escorpión como fábula de las ambiciones que desprecian los objetivos más nobles y transformadores para mantener un relato en el que el centro es el yo mismo o el nosotros interesado.

Después de una dilatada vida pública, institucional y orgánica que ya supera las cuatro décadas y en un espacio vital desde el que la perspectiva es ya muy amplia y nada escéptica; en medio de un debate demasiado ruidoso y a veces poco edificante, se me precipitan recuerdos que voy documentando desde mi memoria y archivo, que amplío cada día; y van apareciendo, con una reveladora actualidad,  relatos políticos incoherentes que siguen nutriéndose de palabras que sustituyen a conceptos que saben a lo de siempre; porque, a fuerza de haberlas oído, se me antojan vacuas en boca de quienes las han pronunciado o enunciado centenares de miles de veces y que, habiendo tenido la ocasión de haber coadyuvado a hacerlas realidad, sencillamente las han pervertido de manera artera y desleal.

Y aparecen frescos los recuerdos de la primera escisión dentro del PSPV en 1977 a solo unas semanas de las primeras Elecciones Generales democráticas, justificada por la búsqueda del potencial escaño nacional en las filas del PSP; la integración en la estructura federal del PSOE de los restos del naufragio de un partido extremadamente joven e idealista del que ahora se pretende, desde las instancias del poder recuperado, usufructuar aquel valencianismo político que daba sentido a nuestra lucha por la izquierda y por el País Valenciano y  del que sería inmoral reclamar su patrimonio en exclusiva. Tengo ante mí los testimonios gráficos de los sucesos de septiembre de 1979 y no puedo abstraerme de las circunstancias orgánicas que acabaron con la Presidencia de la Generalitat provisional de José Luís Albiñana, ni del trato inmisericorde que recibió el Presidente de la Diputación de Valencia, Manuel Girona, en nuestro congreso de Benicassim en 1982,

El bálsamo del poder engrasó la relación interna del poderoso PSPV-PSOE, blandiendo con orgullo sus 202 diputados, y que progresivamente se fué institucionalizado mientras el partido se iba atomizando en grupos de presión que no respondían sino a las gabelas que podían negociar los respectivos jefes de cuadrilla que, por cierto, con honrosas excepciones no reclamaban autonomía orgánica alguna de la estructura federal del PSOE –de la que ahora pretenden desprenderse- toda vez que o bien formaban parte de ella o hacían valer el potencial orgánico de la federación socialista valenciana para obtener el rendimiento institucional o parlamentario sobre el que sustentaban su notoriedad política. “Cosas veredes Sancho”; como diría Alonso Quijano.

Después de casi dos décadas desde que la democracia representativa sustituyó a la dictadura franquista; del ímprobo esfuerzo por poner en marcha con contenido real las instituciones autonómicas e impulsar una transformación económica y social sin duda exitosa y de haberse producido una progresiva e intensa integración de los cuadros del PSPV-PSOE que pasaron a ocupar cargos institucionales y parlamentarios, el partido quedó sin musculo y con una estructura inoperante, En 1995 se habían agotado las respuestas institucionales y el estado acomodaticio de las estructuras del partido impidió cualquier respuesta orgánica; de esa manera la victoria del PP abrió la espita de la sangría de militantes que solo se detuvo en algunas comarcas con fuerte implantación histórica.

Es paradigmática la imagen de Joan Romero, a la sazón Vicesecretario General del PSPV-PSOE, entregando el poder de la Generalitat Valenciana a Eduardo Zaplana en 1995 con una elegancia y saber estar propia de su forma de entender la política; tan contradictoria con la que tenían aquellos que en 1997 le obligaron a forzar su dimisión de la Secretaría General y de la candidatura a la Presidencia de la Generalitat Valenciana ganada en elecciones primarias, con el método coercitivo de una moción de censura presentada en vísperas del Comité Nacional en el que se debían aprobar las Candidaturas del PSPV-PSOE para las Elecciones Autonómicas. Una vez más las firmas de los notables del partido, entre las que se encontraban ya entonces muchas de los que ahora demandan lealtad y que arrumbaron, con absoluta y prepotente displicencia, la voluntad y el voto libre de los militantes. Algunos de estos notables hoy reclaman para sí mismos derechos que no concedieron ni aquí ni en Ferraz; y  la situación creada propiciando la dimisión de Josep Borrell, que había ganado las Elecciones Primarias a la presidencia del Gobierno de España, solo viene a ratificar el síntoma de la enfermedad, el hilo conductor de este relato que no quiere ser políticamente ni correcto ni exacto, sino expresión de los hechos emocionalmente vividos en primera persona.

Las circunstancias de la salida de Joan Ignasi Plà de la Secretaría General del PSPV-PSOE no escapan a una percepción subjetiva que me lleva directamente a subrayar el aserto de que en política no existen casualidades y, por enésima vez, la sombra de Bruto planeó por la cuarta planta de Blanquerias; en dos días habíamos acabado con el Secretario General que también nos representaba como Síndico en las Cortes Valencianas. No fue impedimento para cobrar la pieza. Como tampoco lo fue dejar en barbecho a Jorge Alarte, como portavoz del PSPV en Les Corts, en mitad de una legislatura por el hecho de haber perdido el Congreso de Alicante; toda una expresión del magma en el que se mezclan los planos orgánicos e institucionales, cuando nada impedía, que el compañero Alarte continuara desarrollando su responsabilidad parlamentaria para la que fue elegido por los valencianos y valencianas; y Ximo Puig dirigiera, como Secretario General del PSPV-PSOE cuya responsabilidad le otorgaron los delegados del Congreso Socialista.

En el origen de nuestros males más recientes está la colisión de la legitimidad orgánica y la institucional, sin que se creen espacios posibles de coexistencia lógica contando con la naturaleza y efectos de cada elección. Y persistimos, con un autismo político del que se deriva la perversión de los espacios, instalados en nuestro bucle histórico y los intereses grupales, que nos aleja cada vez más de una sociedad perpleja por lo que percibe, como una anormalidad democrática: la imposible convivencia  y coexistencia entre el gobierno del partido y el gobierno de las instituciones.

La historia no es nunca absolutamente objetiva cuando se vive en primera persona y eres sujeto de ella. Entran a formar parte de la conformación de la opinión y el juicio las emociones vividas de las que hablaba al principio; pero los hechos que la moldean, sean como fuesen interpretados, deben arrojar luz sobre el presente para alumbrar la toma de decisiones en estos momentos. Y desde esos presupuestos y antecedentes llego a mi deducción personal de la que se deriva mi apuesta pública en estas Elecciones Primarias, en las que apoyo explícitamente al compañero Rafa García. Porque he vivido mi historia vital dentro del PSPV-PSOE y, desde 1976 hasta hoy, que transcribo estas reflexiones personales, puedo establecer un hilo conductor entre las formas, los modos, los usos y las personas, que en la mayoría de los casos son las mismas y permanecen en la misma mecánica orgánica aunque hayan transitado todos los puentes que hayan tenido que transitar para subir al bote y no caer al rio; siempre ubicados en el lado de la fuerza que sistemáticamente se asimila incomprensiblemente al de la razón. Y, como cuando uno vive su historia en el contexto que describe, tomo mi parte de responsabilidad en ella y de todas mis actuaciones erróneas de las que seguramente ya he pagado, de manera voluntaria o mediante la acción del brazo ejecutor la pena del exilio interior que no me ha disuadido en la lucha por un partido de los militantes, abierto, generoso, profundamente democrático y de izquierdas.

Si no es ahora, será en un tiempo, pero será; porque esta vez la partitura de la música que ameniza este baile la han escrito los militantes escuchando a una sociedad indignada y hastiada de tanta hipocresía. Lamentablemente, quienes ostentan el poder orgánico de manera especialmente coercitiva para evitar, dicen, toda suerte de desastres para las instituciones que gobernamos están leyendo mal la solfa y no adecuan el instrumento de manera acertada. Con ello, sí que ponen en almoneda la capacidad de gestión del Consell y la capacidad de resiliencia del PSPV-PSOE para construir la organización que demandan sus militantes atentos a las demandas de la propia sociedad. Hace un mes no se hundió el mundo, antes bien, el nuevo PSOE surgido del 39 Congreso, del que formamos parte libremente, ya está dando muestras de que es posible la libertad, el debate, la defensa de lo que nos es común, la unidad de acción y la fortaleza orgánica autónoma como referente de la izquierda. La democracia nunca es el peligro, es la solución de los problemas que nos afectan. La solución es fácil, no nos mintamos a nosotros mismos ni a las personas.

Vicent Vercher Garrigós, militante del PSPV-PSOE

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