Las reuniones familiares y las celebraciones festivas en torno a la mesa son parte esencial de nuestras costumbres sociales, sobre todo durante estas fechas navideñas. El problema llega cuando estos festejos se convierten en la «excusa» para realizar excesos, tanto en la comida como en la bebida. Además de las consecuencias a medio y largo plazo (ganancia de peso, desequilibrios metabólicos, como elevación de grasas y azúcares, etc.), existe la posibilidad de sufrir consecuencias, a veces graves, derivadas de estos excesos.
El consumo de alimento en grandes cantidades, y más si estos son pesados y ricos en grasas, azúcares y ácido úrico (como cordero, pavo, cochinillo, patés, dulces, turrones, marisco…) provoca un sobreesfuerzo del aparato digestivo que se puede representar en numerosas secuelas, lo que supone gran incomodidad. Es el caso de ardor, acidez, pesadez, flatulencia, hinchazón abdominal y digestiones lentas.
En la mesa: prevenir mejor que curar
Comer bien no es comer mucho. Una comida navideña puede ser deliciosa, nutritiva, equilibrada y no tiene por qué tener un exceso de calorías, ni hay porqué dejarse la paga extra en ella:
- Empieza con ensaladas, la mayoría de las ensaladas tienen pocas calorías y mucha fibra, por lo que llenan mucho antes del plato principal. Hay muchas ensaladas de fiestas con productos de temporada: escarola, granada, frutos secos, naranjas, etc., están muy ricas y dan un colorido alegre a tu mesa. Elige los aperitivos: jamón ibérico (¡qué listo!) en vez de embutidos muy grasos, mariscos al vapor o plancha (gambas, sepia, pulpo) antes que frituras, palitos de verdura y queso fresco antes que quesos curados y patatas fritas.
- Evita las salsas, son responsables de la mayoría de las calorías de tu comida. Huye de la mayonesa, de las salsas con queso y de los aliños con aceite caliente y ajo. Sustitúyelas por salsa de yogur, o aceite en crudo con limón.
- Los platos de verdura navideños son una opción sana: la tradicional lombarda, la coliflor y el brócoli pueden tomarse al horno en vez de rehogados, con bechamel o rebozados. Son verduras de la familia de las crucíferas que tienen muchas propiedades anticancerígenas y mejoran tu salud.
- Si eliges pescado como plato principal, tu corazón y arterias se beneficiaran de los ácidos grasos poliinsaturados que contiene el pescado. Además la forma de preparación al horno suele ser más sana y menos calórica.
- Los postres son una dulce tentación que no podemos resistir, pero siempre podemos optar por los que se hacen con frutas: macedonias, gelatinas y sorbetes. Si eres un goloso/a sin remedio evita darte un atracón a turrón, mazapán y frutos secos, el truco está en contar cuantas porciones te comes y no pasar de 3 al día. Si además tomas piña o papaya, estas frutas contienen unas enzimas proteolíticas, llamadas bromelina y papaína que ayudan a hacer la digestión de las proteínas por lo que mejoran las digestiones pesadas y la eliminación de las grasas.
Y mucho cuidado con las copas…
Además del abuso en la comida, también el exceso de alcohol puede traer consecuencias negativas, en ocasiones mucho más graves. Entre ellas se encuentran la esofagitis aguda por reflujo, la gastritis aguda, la gastritis hemorrágica (también llamada lesiones agudas de la mucosa gástrica), la pancreatitis aguda y la hepatitis alcohólica.
Esofagitis aguda por reflujo
Es la inflamación del esófago producida por el reflujo de ácido y sustancias agresivas como el alcohol. El alcohol disminuye la presión de la parte inferior del esófago (esfínter esofágico inferior) con lo que facilita la aparición del reflujo. La ingesta copiosa y de alimentos grasos contribuye también el reflujo y la presencia de esofagitis.
Normalmente se manifiesta en forma de ardor intenso que asciende desde el estómago hacia el cuello, dolor torácico de tipo opresivo, regurgitación de alimentos, náuseas y vómitos. Cede con el reposo, una dieta suave, antiácidos y protectores gástricos que inhiban la secreción de ácido.
Gastritis Aguda
Es la inflamación de la mucosa del estómago secundaria a la ingesta importante de alcohol, habitualmente de alta graduación (anís, pacharán, ginebra, vodka…). Sus síntomas son dolor en la boca del estómago, náuseas, mareos y vómitos que cesan al expulsar todo el contenido del estómago. Al igual que la esofagitis cede con el reposo y una dieta suave.
Gastritis hemorrágica
Se caracteriza por la aparición de erosiones y úlceras superficiales múltiples en todo el estómago, y a veces también en el duodeno, tras la ingesta copiosa de alcohol de alta graduación. Se manifiesta de forma similar a la gastritis aguda, aunque también puede producirse sangrado leve de las lesiones y vómitos con restos de sangre de color negro (denominados vómitos en posos de café).
Cuando los vómitos son muy fuertes o de larga duración, se puede producir un desgarro del cardias, zona donde se unen el esófago y el estómago, y que cursa con la aparición de sangre roja fresca en los vómitos. Esta complicación se denomina síndrome de Mallory-Weiss y habitualmente cede de forma espontánea con reposo.
En ambos casos, si los restos de sangre fresca o negra en los vómitos son cuantiosos o los vómitos no ceden, hay que acudir al médico para que valore la necesidad de realizar una gastroscopia. Esta prueba determina la importancia de las lesiones y la necesidad de realizar alguna técnica para frenar el sangrado. Según los hallazgos y el estado general del paciente, el médico indicará el tratamiento más adecuado para cada caso.
Pancreatitis aguda
Es la inflamación aguda de la glándula pancreática. La principal causa de pancreatitis aguda en los varones es el consumo masivo de alcohol. Afortunadamente, la mayor parte de las pancreatitis agudas alcohólicas son leves y tras ellas, si se suprime la ingesta de alcohol, el páncreas recupera su normalidad sin quedar secuelas. El consumo continuado de alcohol puede producir una pancreatitis crónica.
El síntoma principal de la pancreatitis aguda es el dolor abdominal intenso, que suele iniciarse en el epigastrio (boca del estómago) e irradiar hacia ambos lados (hipocondrios), y en la mitad de los pacientes, también hacia la espalda. Con frecuencia, el dolor se extiende más tarde a todo el abdomen.
El dolor se suele acompañar de náuseas, vómitos, fiebre y distensión abdominal con falta de emisión de heces y gases. Si aparecen estos síntomas, es necesario acudir con urgencia a un centro sanitario para someterse a las exploraciones pertinentes: analítica, radiografías de tórax y abdomen, ecografía abdominal y, a veces, TAC abdominal. Con estas pruebas, se valora la severidad de la pancreatitis aguda (si existe) y se instaura el tratamiento más adecuado.
El diagnóstico y tratamiento precoz es esencial para una buena evolución y recuperación. Por este motivo, es cuanto se detectan los síntomas es importante acudir al médico. Una pancreatitis leve o moderada no diagnosticada, y por lo tanto no tratada, puede evolucionar hasta una pancreatitis grave. Se trata de una patología muy seria, que puede producir graves complicaciones (shock, insuficiencia respiratoria y renal e infecciones), incluso la muerte de la persona afectada.
Hepatitis alcohólica
Es la inflamación del hígado producida por la ingesta excesiva de alcohol. Los pacientes presentan náuseas, vómitos, pérdida de apetito (anorexia), debilidad muscular, pérdida de peso y, a menudo, diarrea acuosa.
Se asocia con dolor abdominal, aumento del tamaño del hígado (hepatomegalia), ictericia y fiebre. El dolor se localiza en el epigastrio o en el hipocondrio derecho y suele ser de intensidad moderada, pero en ocasiones es intenso y recuerda al cólico biliar. Este síntoma se relaciona con el hallazgo de hepatomegalia sensible al tacto. La fiebre oscila entre los 38,5 y los 40° C.
Ante estos síntomas, como en todas las complicaciones antes descritas, hay que acudir al médico con rapidez para que lleve a cabo una valoración de su estado general y solicite las exploraciones necesarias para determinar la gravedad del cuadro.