EL RINCÓN DEL NEOCON
-
BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS
05/01/2008
El cardenal Rouco, la “familia” y los maricones
Cuando el secretario de Rouco me llamó unos días antes de la manifestación, para que confirmara mi asistencia, debo reconocer que no entendí bien el objeto de la misma. Al decirme que era en defensa de la familia, y teniendo en mente la imagen del cardenal de gafas oscuras, me cogió en mala disposición mental e interpreté que el secretario se refería a la “Familia”. Así que se me ocurrió la idea de invitar a un amigo del sur de Italia, que estos días pasaba la Navidad en Madrid.
La evidencia de mi error la tuve de camino al lugar de concentración. La cantidad de gente que a cara descubierta tomaba nuestra misma dirección, acompañados de ancianos y niños y, sobre todo, banderas de España, me iluminó de inmediato y así se lo hice ver a mi invitado. Les pedí disculpas por el error y lo invité a abandonar la manifestación si así lo deseaba, pero decidió llegar hasta el final. Se bajó el cuello de la gabardina, se quitó las gafas de sol, aclaró su voz, y juntos, como dos miembros más de aquella marabunta humana, nos unimos al jolgorio. Por el camino me hizo numerosas preguntas, movido por la curiosidad. Al parecer a Italia no habían llegado noticias del intento de aniquilamiento del Gobierno de Zapatero contra la familia católica.
No tenían ni idea de que en nuestro país el Gobierno divorciase a familias creyentes de toda la vida, para obligarlos a casarse con otras personas del mismo sexo. Tampoco conocía el maquiavélico plan para hacer que abortaran todas aquellas jóvenes de buena familia, presuntas votantes del PP. Ni mucho menos sabía de la existencia de una asignatura en los colegios que promovía la quema de iglesias. Se quedó espantado ante semejantes noticias, al parecer en Italia, al menos en Sicilia, donde tanto predicamento tiene monseñor Rouco, lo más escandaloso que había llegado era que el gobierno español había promovido una ley que permitía el matrimonio de los maricones, pero sin obligación. También pensaba que el aborto era una decisión que podían tomar las mujeres afectadas sin intervención del Gobierno y desde luego estaba convencido de que la asignatura de ciudadanía era la misma que existía en el resto de Europa, y que trataba temas como la Constitución, valores morales universales y algunos temillas más de similar inocencia.
Enardecido con lo que le había explicado, mi amigo italiano y yo llegamos a la cabecera de la manifestación llenos de furor guerrero. Bastaron algunas palabras de monseñor Rouco para que el furor se convirtiera en ira. Como buen hombre de acción, su primer impulso fue el de darse media vuelta y dirigirse al Palacio de la Moncloa para acabar con aquella injusticia a la manera siciliana, pero conseguí frenar sus impulsos en el último momento abrazándome con fuerza alrededor de su cuerpo, ya que se había abierto la gabardina en busca de su Beretta 9 mm. En ese momento uno de los cardenales que estaba en primera fila se fijó en nosotros y llamó la atención del resto, al grito de: “!Vienen a provocarnos!”. Otro de los que le acompañaban me guiñó un ojo, como si me hubiera reconocido (probablemente un lector de esta columna) y supongo que intuyendo que mi amigo estaba armado, hizo el amago de buscar él también un arma bajo la capa cardenalicia, pero al parecer no la encontró aunque estuvo hurgando bajo ella un rato que se me hizo eterno. Para entonces la situación se había complicado, la cosa no estaba como para detenerse a dar explicaciones, ya que un grupo encabezado por dos guardia civiles disfrazados de monja, o eso me pareció entre aquella confusión, se dirigían hacia nosotros con malas intenciones al grito de “!Maricones, maricones!”. No me pregunten como conseguimos huir, lo que si les puedo decir es que mi amigo siciliano ha prometido no regresar nunca más a España, dice que echa de menos la paz y sosiego en la que allí vive la “familia”.