OPINIÓN.ROSA CULLELL: «EL PRECIO DE MI CASA»

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El precio de mi casa

ROSA CULLELL

Vas a un bar alejado de tu casa y pides un capuchino. ¿A cuánto está la taza? El camarero, un profesional avispado, ve tu cara de pardillo de otro barrio y responde: «¿Cuánto está usted dispuesto a pagar?». Has sufrido una noche de insomnio, fichas a las ocho y arrastras el mono de la cafeína. Tu alma por un café. «¿Unos 10 euros?», propone sonriente el hombre del mostrador. Antes de que el camarero marque el precio, se te ocurren unas preguntas: ¿Cómo anda el kilo de café?, ¿Ha subido el litro de leche? ¿Qué costes de alquiler, suministros y personal tiene este negocio? El camarero lo nota. Ha ido demasiado lejos. Una última pregunta: ¿Hay algún otro bar a menos de 20 metros? ¿Sí? Has vencido. Pagas un euro y sales del establecimiento.
Es una lección simple sobre la fijación de precios. Algunos académicos se han cansado de que nadie les entienda y han decidido explicar lo que sucede detrás de un café. Lo ha hecho Tim Harford, en El Economista camuflado, donde explica la economía de las peque-
ñas cosas. Y Steven Levitt, autor de Freakonomics y calificado como el Indiana Jones de los economistas. Levitt cree que su profesión es una herramienta excelente para obtener respuestas, aunque sufre de una seria escasez de preguntas interesantes. Él tiene una para los tiempos que corren: ¿Los agentes inmobiliarios velan por los intereses de sus clientes? También ustedes, en estos días de subida de las hipotecas y de ambiguas palabras tranquilizadoras, se preguntarán: ¿Cuánto vale mi casa? El comprador responderá: ¿Por cuánto está usted dispuesto a vender? Pero la pregunta del millón es: ¿Alguien a 50 metros ya la vende más barata?

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