ARTÍCULOS DE OPINIÓN
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CORAL BRAVO
01/05/2009
Decía uno de los precursores de la llamada «psicología transpersonal», el filósofo Ken Wilber, que «locura» es, simplemente, inconsciencia. Y estoy plenamente de acuerdo con esta afirmación. Dejando de lado, por supuesto, diversas patologías del cuerpo-mente que nada tienen que ver con esta idea, existen algunos individuos que sufren de algo (en mi opinión, mucho más grave y más indigno) que es la deformación crónica en la percepción de la realidad; y pueden llegar a ser capaces de interpretar acontecimientos infames que les delatan, en glorias y aleluyas para sus egos y sus personas. Algunos lo definen como narcisismo, y otros directamente como estupidez.
De vez en cuando nos cruzamos en nuestra vida con individuos de estas características, cuyas palabras y actuaciones no tienen mayor trascendencia que la de incomodar a menudo a la gente de su entorno. Sin embargo, cuando individuos narcisistas e inconscientes llegan a tener poder de decisión social o política, el asunto se torna preocupante. Hitler creía que estaba haciendo un gran bien a la humanidad privilegiando a la raza aria y exterminando a judíos, gitanos y homosexuales; Franco estaba, en su inconsciencia, convencido de que era un verdadero «salvador de la patria» al aniquilar a «los rojos» (según catalogaba a la parte de la ciudadanía que defendía la democracia y las libertades); la lista sería muy larga y bastante escabrosa…
En esta línea de interpretación psicológica podríamos incluir algunos nombres de mandatarios y ex mandatarios que, en la actualidad, continúan ejerciendo su influencia en el panorama político. Berlusconi sería un buen ejemplo de político inconsciente si consideramos que no perciba la situación nefasta y anti-democrática a cuyo antojo está sometiendo a la sociedad italiana. Quizás alguna duda nos puede inspirar nuestro vecino Sarkozy que, creo, prefiere sembrar el desconcierto y «nadar entre dos aguas»; ignoro en cual de ellas se baña en realidad. De Bush, mejor no hablar porque su «inconsciencia» fue tal que arruinó la economía mundial, además de otras varias desastrosas atrocidades.
Ninguna duda, a la vista de sus declaraciones, nos inspira a muchos nuestro ex presidente, a quien algunos estudiosos del comportamiento humano no dudarían en incluir en ese prototipo de estadistas que se creen «el ojo del huracán» y que se aferran a su sesgada y egocéntrica interpretación de las cosas, negándose a ver la realidad que vemos los demás. Lo cual sigue teniendo, por desgracia, su impronta en nuestro panorama político actual.
Afirma que cree saber lo que España necesita para salir de la crisis, y muchos creemos que fueron sus fórmulas neocons las que nos han llevado a ella. Insiste en su defensa a ultranza de la privatización y del recorte del gasto público (¿quizás para que esa riqueza, que sale de lo público, recaiga en manos privadas..?). Y dice con sarcasmo que mucha gente cree que Obama «es capaz de andar por encima de las aguas y que tiene toques
milagrosos…».
¿Acaso no cree él mismo en esas mismas irracionalidades, y acaso no sometió su gestión y a los españoles a los intereses de los que las difunden y defienden?. Si Ortega y Gasset, en su «Rebelión de las masas», insistía en la importancia de que los gobernantes detentaran prestancia intelectual, yo añadiría que deberían, además, detentar categoría humana y un mínimo de racionalidad, porque de ellos depende el devenir del mundo, y no es «pecata minuta».
Coral Bravo es doctora en filología y miembro de Europa Laica.