La felicitación navideña más hermosa, la más encomiable
La más hermosa de todas las felicitaciones navideñas –la más encomiable- ha sido la de la familia de Inaxio Uria, ese empresario próximo al PNV, que fue asesinado por ETA el pasado 3 de diciembre en la localidad de Azpeitia (Guipúzcoa). Desde el profundo dolor por el padre que murió acribillado mediante los disparos de unos criminales -que no son más que pistoleros del hampa, aunque se disfracen de patriotas vascos-, los más allegados a Uria han enviado un mensaje de solidaridad a todas las víctimas del terrorismo etarra, “estén donde estén y vivan donde vivan”.
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Los allegados a Uria no arremeten contra nadie ni contra ningún Gobierno. Se limitan únicamente a desenmascarar a los malvados que se escudan en sus ensoñaciones independentistas para ejercer de verdugos. O de matarifes sin conciencia ni escrúpulos. La mujer y los cinco hijos de este empresario de Azpeitia, así como otros familiares y amigos, no señalan con el dedo acusador a nadie, a diferencia por cierto, de algunos personajes [bien conocidos por haber cultivado su notoriedad en el ámbito de las víctimas] que -siendo como es hoy día de amor y de paz- prefiero no nombrar por su nombre.
El nacimiento de Cristo
La familia Uria hizo público su compromiso de solidaridad con todas las víctimas de ETA, horas antes de que la mayoría de los ciudadanos de este país nos dispusiéramos a conmemorar -con mayor o menor fervor, o sin fervor alguno- el nacimiento de Jesús de Nazaret. Más allá de las creencias de unos y otros, hemos de convenir que Cristo también fue víctima -treinta y tres años más tarde- de lo que, en términos modernos, podría describirse como terrorismo de Estado.
Ejecución injusta
El aparato represor del Imperio romano, por una parte, y el de las autoridades hebreas, por el otro, consumaron una ejecución injusta. El poder religioso de la época y el poder más o menos civil de entonces no soportaron que Cristo les plantara cara abiertamente, predicando doctrinas contrarias a las vigentes, que eran paradigma de hipocresía, o propagando la abolición de teorías como la del ojo por ojo y diente por diente. Cristo -fuera sólo un profeta o fuera además hijo de Dios- actuaba contra el poder establecido sin miedo. Pero sin violencia alguna. Naturalmente, de haber existido -hace más de dos mil años- una banda como ETA, sus matones habrían atentado contra Cristo y lo habrían crucificado ellos. ETA odia a los pacíficos o a los pacifistas. Cristo lo fue hasta derramar su última gota de sangre.
La sociedad enferma
Dicen algunos colegas que la sociedad vasca está enferma. No es verdad. Ha sufrido y sigue sufriendo una lacra perversa cuyos orígenes son bastante más complejos de lo que ciertos gurús sostienen. Sin embargo, esa lacra, esa enfermedad, no se combate culpabilizando a los enfermos y fabricando extrañas conspiraciones, a menudo demenciales. Se combate como ha hecho exactamente la familia Uría. O como hacen centenares de miles de vascos. ETA y sus otras terminales son asesinos y punto. Pudieron –según subraya con su clarividencia acostumbrada el ministro Rubalcaba- acabar aprovechando el proceso de paz, como hizo el IRA. Pero al paso que van acabarán como el GRAPO.
Muchísimas gracias
Y, mientras tanto, muchas, muchísimas gracias a la familia Uria. Su mensaje es tan sencillo como conmovedor. Es una felicitación de Navidad, magnífica. Porque la solidaridad sí puntúa en el marcador de la convivencia democrática. El rencor y el odio, no.
Enric Sopena es director de El Plural.