Adiós a la confianza: un fraude que paralizará al capitalismo americano

Por ANNE APPLEBAUM (SLATE)*
Actualizado 17-12-2008 16:02 CET

Escena primera: estamos comprando un apartamento en Varsovia, Polonia, en algún momento a principios de los 90. En cada fase de la transacción, los dos, mi marido y yo, tenemos que personarnos, hacer cola y presentar los carnés de identidad. Aparecemos en la oficina del notario más de una vez. Aparecemos en la oficina de impuestos en repetidas ocasiones. Finalmente, nos piden que entreguemos un maletín lleno de dólares. El vendedor no aceptará una transferencia bancaria y tampoco quiere que se le pague en moneda de su país.

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(EFE)

 

Escena segunda: estamos comprando un coche en Washington, D.C., en algún momento a principios de los años 2000. Probamos unos cuantos y le decimos al vendedor qué coche queremos. Le damos un cheque personal, que acepta sin pedir un carné de identidad. Mi marido pregunta si no le preocupa que devuelvan el cheque. El vendedor se ríe y salimos del concesionario conduciendo un coche nuevo.

Dos momentos diferentes, dos lugares diferentes, pero sobre todo, dos clases diferentes de capitalismo: si Francis Fukuyama, el autor de ‘Trust: Las Virtudes Sociales’ y la Creación de la Prosperidad’, estuviera escribiendo este artículo, describiría la Varsovia de la primera escena como una ‘cultura de baja confianza‘ y el Washington de la segunda como una ‘cultura de alta confianza‘. También se les podría llamar ‘un lugar donde las transacciones financieras son irritantes y hacen perder el tiempo’ y ‘un lugar donde las transacciones financieras son sencillas’, respectivamente. Sin embargo, etiquetas así no duran para siempre. En las casi dos décadas que han pasado desde principios de los 90, las transferencias bancarias, telefónicas y el uso de la moneda local se han convertido en la norma en Varsovia. La cuestión es ahora si el capitalismo americano cambiará también a lo largo de las próximas dos décadas (y a peor).

Hemos vivido en una cultura con niveles de confianza extraordinariamente altos, en la que se acepta la buena fe de un cliente sin cuestionarla y donde se piensa que la gente acaudalada ha ganado su dinero. Por eso todos creían en Madoff

Leyendo las crónicas del colapso de Inversiones en Valores Bernard L. Madoff, es imposible no concluir que lo hará. La escala de este fraude se extiende mucho más allá de lo que un vendedor de coches o incluso el comprador de un apartamento pueda cometer, por supuesto: entre las víctimas del extraordinario esquema piramidal de Madoff se encuentran bancos muy importantes (BNP Paribas, Valores Nombra), gente famosa (Mort Zuckerman) y los amigos de Madoff del Club de Campo de Palm Beach. A raíz del arresto de Madoff, las organizaciones benéficas van a cerrar, y gente que antes era rica se convertirá en pobre. Lo peor es que todo el que invierta donde sea se lo pensará mucho más, se tomará mucho más tiempo, exigirá mucha más documentación. Y lo harán no sólo a causa de Madoff, sino por los prestamistas de alto riesgo, los bancos de inversión de Wall Street y los defraudadores de Enron que han trabajado tanto para minar nuestra fe en la fiabilidad del sistema.

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(REUTERS)

Madoff en sus buenos tiempos, cuando iba a la tele como una estrella.

La ironía más aguda aquí es que todos esos planes sólo fueron posibles en primer lugar, precisamente porque, hasta ahora, hemos vivido en una cultura con unos niveles de confianza tan extraordinariamente altos, una cultura en la que se acepta la buena fe de un cliente sin cuestionarla y donde se piensa que la gente acaudalada ha ganado su dinero. En nuestra cultura, se confió en alguien como Madoff precisamente porque era rico: porque era miembro del Club de Campo de Palm Beach; porque su compañía poseía caras oficinas en Manhattan, la mayoría de las cuales estaban ocupadas por personas ejerciendo verdaderos trabajos. A nadie se le ocurrió pensar que un pequeño grupo de selectos empleados estaba desarrollando también un enorme plan de fraude en el piso 17.

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En otras culturas (quizá en la mayoría de las otras culturas) la gente muy rica es sospechosa por definición. Recientemente, conocí a un adinerado ruso y automáticamente asumí que era el beneficiario de algún oscuro plan: ¿cómo si no iba a hacerse rico alguien de esa parte del mundo? De hecho, resultó ser el director ejecutivo de una compañía occidental en Kiev, Ucrania, y tener todo en regla. Pero sé por qué cometí el error: aún recuerdo (y los rusos se acuerdan todavía) los fraudulentos negocios de ‘privatización’ y las complejas operaciones de blanqueo de dinero que generaron tantos milmillonarios rusos durante las últimas dos décadas. También recuerdo la extraordinaria saga de la compañía MMM, que en los 90 defraudó 1.500 millones de dólares a unos 2 millones de rusos, utilizando lo que ahora se conocerá seguramente como el segundo mayor esquema piramidal de todos los tiempos. Por aquel entonces, pensábamos que un fraude tan flagrante sólo podía tener lugar en el caos del mundo post soviético.

Estábamos equivocados. El esquema piramidal de Madoff, mucho más amplio que cualquier cosa que pudiera soñar MMM, fue posible por nuestra propia tradición de legalidad. Y ahora él ayudará a acabar con esa tradición. He aquí una predicción: en los próximos años, el capitalismo americano se ralentizará, se hará más precavido, menos productivo y menos emprendedor. Aún estamos muy lejos de la Europa del Este de los 90 o de la Latinoamérica o de la Rusia del presente. Pero quizá no tan lejos como pensamos.

 

* Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital estadounidense Slate.

Saramago proclama el “suicidio» del capitalismo

POLÍTICA

 

 

 

 

«Obama ha despertado tantas esperanzas que será muy fácil decepcionar»

 

ELPLURAL.COM

Si hace años Nietzsche diagnosticó la muerte de Dios, hoy José Saramago ha hecho lo propio con la religión del mercado. “El capitalismo se suicidó”, ha indicado el premio Nobel en una entrevista concedida al diario Público. A sus 86 años, el escritor sigue apostando por las nuevas generaciones en las que delega la revolución pendiente: “volver a la ética”, aunque suene “antiguo”. En su opinión, sólo ellas pueden regenerar el sistema.

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José Saramago se está recuperando de una larga convalecencia, pero vuelve con las pilas cargadas. El literato tuvo una neumonía que le mantuvo ingresado durante un par de meses. Ahora, no obstante, regresa a los ruedos con un libro nuevo que saldrá a las librerías mañana. “El viaje del elefante” es el título de su última obra, en la que se narra el viaje de este animal desde Lisboa hasta Viena. El motivo de su peregrinación es que “no tiene oficio ni beneficio, ni esperanza de provecho”. Un leitmotiv totalmente capitalista al que Saramago se refiere como una “metáfora de la vida”, si bien se desmarca de esta ideología. En su opinión, no somos lo que producimos, “somos lo que hacemos”, lo cual “tiene un sentido más digno”.

Descomposición del sistema
Al hilo del sistema capitalista, el escritor admite que ha sufrido un “proceso de descomposición” del que “no nos dimos cuenta”. “Las hipotecas basuras fueron el primer síntoma de lo que ocurrió”, apunta. La degradación sistémica “incluso sorprendió a aquellos que defendían la idea peregrina del señor Fukuyama de que la historia se había acabado, que habíamos llegado a un punto en el que no habría cambios”. En este aspecto, Saramago opina que la transformación que hace falta ahora mismo es aquella que permita “volver a la ética”.

No basta con refundar el capitalismo
El escritor reniega de la pretendida refundación del capitalismo, objetivo de la pasada cumbre de Washington. Refundar implica “cambiar algo para que todo siga igual”, una reacción, por tanto, insuficiente: “el trauma ha sido suficiente como para pensar que con una mano de pintura no basta. No sé qué pasará, pero tengo claro que el capitalismo se suicidó”, remarca. Sobre el futuro, tiene más incertidumbres que certezas. “Supongo que ocurrirá la creación de instrumentos de control para supervisar las operaciones financieras. Pero si no se acaban los paraísos fiscales, si no se aplica la tasa Tobin, etc… no sé qué pasará”.

El poder de las generaciones
Preguntado sobre si necesitamos a Marx, el literato admite que se le está “resucitando” y “reeditando”. “Pero, ¿estaremos en condiciones de estudiar a Marx desde nuestra época?”, inquiere retóricamente. Una vez más, traslada a las generaciones venideras la misión de regenerar el sistema. “Creo en las generaciones. Creo que hay generaciones capaces de crear, de generar y de construir. Si la generación a la que vosotros pertenecéis es capaz de tomar la decisión de reaccionar y de expresar las dudas que hay que mantener vivas, porque la seguridad es engañosa, podréis ser una de las generaciones necesarias. Yo no creo que la literatura salve nada, porque si pudiera hacerlo ya lo habría hecho. Todo eso quedó en el pasado y no cambió nada”.

Sobre Garzón
Saramago valora positivamente la iniciativa del magistrado para investigar a los desaparecidos del franquismo y la guerra civil. “No estamos desamparados: el juez ha hecho lo que tenía que hacer, ahora otros tendrán que seguir la tarea. Y, desde luego, la sociedad no puede bajar la guardia, porque la amnesia es mala para las personas y también para las sociedades. Tenemos que saber quiénes somos para vivir con conciencia de estar vivos. Sigamos preguntando y buscando. Este movimiento ya no lo para nadie”.

Preparados para juzgar a Franco
El escritor cree que España sí está preparada para juzgar a Franco. “Todos los pueblos pueden mirar su pasado y juzgarlo de acuerdo con sus exigencias éticas”, valora. El mérito de la investigación del franquismo, no obstante, no es sólo del magistrado. “No fue él quien puso en movimiento las alas de la mariposa: el movimiento estaba, él le dio curso legal y lo amplificó”, remarca.

La “revolución” de Obama
“El problema que va a tener Obama es que ha hecho despertar tantas esperanzas, tantas ilusiones, que será muy fácil decepcionar. Es una especie de Superman de la inteligencia, la sensibilidad, el sentido común, etc. En todo caos, ya sabemos que un presidente negro en Estados Unidos es una revolución, así que ¿por qué no va a ocurrir otro milagro? Además, Obama es inteligente y no es una característica habitual de los políticos”, considera.

IU está “muy enferma”
“No entiendo nada e lo que pasa en IU. Gaspar Llamazares ha hecho lo que podía, pero el partido está muy enfermo, muy enfermo. Es una pena. Hay un factor duro, los del PCE, en un momento en el que ya no tiene sentido, porque si el riesgo es la disolución de IU hay que dialogar y pactar, hacer algo para que eso no ocurra. Es increíble, ¿dónde está la izquierda? El sindicalismo está domesticado y esa ha sido la gran operación del sistema capital: la domesticación. Y a la vez nos dice que somos libres, eso sí que es cruel”, concluye

Miles de personas salen a la calle contra el capitalismo inhumano

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PÚBLICO – Madrid – 15/11/2008 23:16

Las principales ciudades españolas gritan su indignación por la especulación financiera

«¡La crisis, que la paguen ellos!» Ese fue el lema que unió el sábado a miles de personas en las principales ciudades de España. No se ideó en un despacho, sino en Internet, y de allí saltó a la calle el mismo día en que los líderes de los países más poderosos del mundo se reunían en Washington (EEUU), en la Cumbre del G-20, una cita que, con el telón de fondo de la crisis financiera internacional, pretendía nada menos que «refundar el capitalismo».

Paga tú la crisis

Cientos de personas elevaron en la Puerta del Sol de Madrid decenas de pancartas en contra del capitalismo salvaje. Lo que empezó como una concentración, terminó por convertirse en una marcha que recorrió los puntos de poder de la capital. Ante las sedes del Banco de España, la Bolsa o el Congreso de los Diputados se escucharon los siguientes mensajes: «Paga tú tu crisis», «a bancos salváis, a pobres robáis», o «el capitalismo es el terrorismo». Asociaciones como Ecologistas en Acción también desplegaron su propio mensaje: «¿Crisis de qué? ¿Crisis de quién? Necesitamos menos para vivir mejor».

Ricardo García Zaldívar, presidente en España de ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras especulativas y la Acción Ciudadana), explicaba por qué asociaciones como la suya no legitiman la reunión de este fin de semana: «Creemos que no hay que hablar ni de G-8, ni de G-21, sino de la humanidad, de países ricos y países pobres, de movimientos sociales y de sociedad civil», y continuaba: «Estamos muy preocupados porque precisamente los que nos han metido en esta historia quieren ahora hacer de salvadores».

Socialización de las pérdidas

En la misma línea, Javier, un trabajador social de Madrid de 27 años, explicaba: «Estoy aquí contra la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias. Me parece una vergüenza que ahora nos quieran hacer pagar a nosotros por lo que nos están haciendo, precisamente a nosotros».

«Es una vergüenza que nos hagan pagar lo que ellos han hecho»

También en la plaza de Catalunya, en Barcelona, donde se reunieron alrededor de 500 personas, se oían voces que apuntaban al mismo argumento: «La crisis, que la paguen los ricos». Oleguer Bohigas, uno de los organizadores del acto, explicaba: «Refundar el capitalismo es un eufemismo para darnos más medicina neoliberal».

Por su parte, Cintia, una argentina del colectivo Clase contra clase, «de ideología marxista», opinaba: «La gente, lo que necesita es pronunciarse; hay mucha bronca con eso de que los gobiernos hayan salvado la banca pero cada vez haya más desempleados».

«Bankeros, vuestra crisis es nuestra ruina». Era una de las pancartas que podía leerse en la concentración frente al Ayuntamiento de Sevilla. Allí, unas 300 personas recorrieron los escasos metros que les separaban del Banco de España en un acto vigilado en todo momento por la Policía Nacional.

Encima, el Gobierno les salva

También en Valencia unas 400 personas se reunieron en la Plaza del Ayuntamiento. Lo que más dolía, la hipoteca: «Hay gente a la que el banco le quita el piso por no poder pagar, ¡y encima el Gobierno le saca del bolsillo el dinero para salvar a esos mismos bancos!», resumió Estefanía, de 25 años, que hasta hace unas semanas trabajaba en un supermercado.

Aunque las protestas no fueron convocadas por un único colectivo, las palabras de Sonsoles en Madrid podrían resumir lo que todos, en todas las ciudades pensaban ayer: «Hay que mojarse, todo esto nos tiene que llevar a algo. Hay que pedir explicaciones y hay que escuchar las distintas voces que se manifiestan y que se expresan».

PAPÁ ESTADO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS. Especulando en el sistema solidario mundial.

   

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                                             Vicent Boix.


Escritor, autor de “El parque de las hamacas”. http://www.elparquedelashamacas.org/

 

Venga a nosotros tu reino.

Fue expulsado del estado español. Lo multaron con 3.240 euros. El “crimen” de este senegalés: vender 45 DVD de películas y 147 CD de música. Falsificados todos. Sentencia de un tribunal de Granada. El pasado enero. No fue a prisión. Pero por no tener permiso de residencia.

Mientras, la aseguradora AIG se fue arruinando. En Estados Unidos. Sus ejecutivos derrocharon miles de dólares. En lujos y placer. Directivos de Freddie Mac. Otra empresa quebrada. Cabildearon a consultores republicanos. Querían frenar una propuesta de ley. Una que imponía mecanismos de supervisión a sus “negocios”. No tiene permiso de residencia. El senegalés. Los encorbatados sí. La justicia está enladrillada, ¿quién la desenladrillará? el desenladrillador que la desenladrille, buen desenladrillador será.

 

Perdona nuestras deudas.

El plan de rescate de algunos países de la UE sobrepasa los 2,39 billones de dólares (1,9 billones de euros). Con ese capital y si es necesario, los estados podrán comprar participaciones en bancos, garantizar los préstamos entre las entidades y adquirir activos. En la otra orilla del charco, el plan de rescate presentado por George Bush alcanzaría la cifra de 700.000 millones de dólares. Sin embargo, el gobierno norteamericano ya ha invertido 765.000 millones de dólares distribuidos de la siguiente forma: 150.000 en devolución de impuestos para fomentar el consumo, 300.000 para créditos hipotecarios blandos, 200.000 en la quiebra de las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, y 115.000 en la nacionalización de ciertas empresas como la aseguradora AIG, que supuestamente serán recuperados con la venta de sus activos.

Dinero utilizado en USA para afrontar la crisis: 765.000 millones de dólares. Dinero público para futuros rescates en USA: 700.000 millones de dólares. Dinero público para futuros rescates en la UE: 2,39 billones de dólares. Total: 3,85 billones de dólares.

 

Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

La cifra total del que podría ser el mayor robo de la historia jamás contado, equivale a la suma del PIB de la India y Turquía en 2007. Multiplica por dos al de Brasil y al de África. Por tres al de México, España o Italia. Por siete al de Argentina. Por diez al de Uruguay.

La deuda externa de los países del sur (mal nombrados subdesarrollados) era de 2,5 billones de dólares a inicios de este milenio. Si el capital dispuesto para salvar bancos, se destinara a salvar países, seguirían sobrando 1,35 billones. En junio de 2005, el G-8 anunciaba una reducción de la deuda para cerca de 40 países fuertemente endeudados, por un monto de 55.000 millones de dólares. Un pequeño frasco de pomada, si se compara con las costosas y enmarañadas operaciones quirúrgicas realizadas al sistema financiero.

1400 millones de personas viven en la extrema pobreza y según la FAO, 923 millones sufren hambre en el mundo (75 más que el año pasado). Para erradicarla, el director de dicho organismo reconoció que hacen falta 30.000 millones de dólares anuales. Sólo logró recaudar 7.500 para cuatro años, arriesgando de esta manera uno de los objetivos del milenio. Comprar comida hasta el 2015 (en los mismos países afectados y no los excedentes de USA), costaría 240.000 millones de dólares (30.000 X 8 años). Seguirían quedando 1,11 billones.

La Ayuda Oficial al Desarrollo del Gobierno Bush sumó 27.500 millones de dólares en 2005. Un 2% de lo empleado en sus planes de salvamento. Todos los países ricos ofrecieron cerca de 100.000 millones de dólares en 2007, pero según la ONU harían falta 18.000 millones más. Se podría abonar dicho incremento en los próximos 10 años –180.000 millones– sin exigir cambios en las políticas internas y se dispondrían aún de 930.000 millones.

Uno de los objetivos del milenio establece que todos los escolares del mundo deben acabar el ciclo de primaria en el año 2015 ¿Una fantasía? Según la Alianza Española Contra la Pobreza, esta meta no se alcanzará en la fecha estipulada. 75 millones de niños y niñas no están escolarizados, gracias en parte a que sus estados gastan más dinero en la deuda externa que en formación. Según dicha Alianza, en el año 2006 los países con rentas bajas recibieron 5.000 millones de dólares de ayuda directa para educación. No obstante, harían falta 6.000 millones más para completar el objetivo. Si se garantizaran hasta el 2015, se precisarían 48.000 millones de dólares (6.000 X 8 años). Restarían 882.000 millones.

2.400 millones de personas no tienen acceso a saneamiento adecuado y más de 1.000 carecen de agua potable. 2 millones de niños y niñas mueren al año por enfermedades que se propagan por el agua sucia y/o instalaciones sanitarias inadecuadas. La ONU calculó en 2001 que se necesitarían 23.000 millones de dólares anuales para proporcionar agua potable y saneamiento a todos los habitantes del planeta, cumpliendo de esta manera otro objetivo del milenio en 2015. Una vez más la estimación no se alcanzaba ya que se dirigían 16.000 millones. Asignar los 7.000 millones anuales que faltan significaría un total de 98.000 millones de dólares (7.000 X 14 años). Todavía constarían 784.000 millones de dólares.

A nivel mundial, en el año 2006 morían 72 niños y niñas menores de 5 años por cada 1.000 nacimientos vivos y entre los años 1990 y 2005, la mortalidad materna apenas disminuyó un 1%. Con estas cifras se está lejos de cumplir uno de los objetivos del milenio. En el mismo año y según la ONU, se canalizó la rácana cifra de 3.500 millones de dólares para mejorar la salud materna, neonatal e infantil. Harían falta 7.000 millones más al año, es decir, 56.000 millones de dólares para los próximos 8. En la alcancía aún repiquetearían 728.000 millones.

Decenas de millones de personas fallecen al año por SIDA, tuberculosis, malaria y otras enfermedades. En 2006 se estimó que la cifra para lograr conseguir el objetivo del milenio en cuanto a la reducción de la mortalidad por estas y otras patologías, debería ser de 20.000 millones de dólares. Huelga decir que no se ha logrado reunir dicha suma. Si se tomara como referencia y se abonara hasta el año 2015, se necesitarían 200.000 millones de dólares (20.000 X 10 años). Aún existirían 528.000 millones para seguir cambiando el mundo.

10 millones de jóvenes mueren al año de neumonía, sarampión y tétanos, según Save The Children. El tratamiento por persona en cada una de estas tres enfermedades costaría 30 céntimos de euro, 15 y 40 respectivamente. Aplicar todos los tratamientos supondría un monto total de 10 millones de dólares. A dólar por niño. Calderilla. Vergonzoso.

A modo general, para avanzar en la consecución de los objetivos del milenio harían falta 150.000 millones de dólares anuales hasta 2010. En septiembre de 2008, en un encuentro celebrado por la ONU en Nueva York, los países desarrollados sólo lograron aportar 16.000 millones. Una broma de mal gusto si se compara con las ingentes cantidades aportadas para lubricar el sistema bancario mundial.

En la Cumbre del Milenio del 2000, se constituyeron una serie de metas a cumplir en el año 2015. Se denominaron objetivos del milenio y la mayoría se han relatado en este artículo.

Posiblemente serían accesibles e incluso se podría aspirar a mucho más, si se empleara de una forma más altruista el dinero público disponible para salvar a bancos corruptos. Probablemente seguiría sobrando dinero que se podría destinar a otros fines. Por ejemplo, para reducir el analfabetismo a la mitad, que según la UNESCO, afectaba a 700 millones de personas en 2005. Dicho objetivo se fijó en el Foro de Dakar y requeriría 26.000 millones de dólares.

 

No nos dejes caer en la tentación.

El 27 de octubre, rebelion.org publicaba un amplio artículo de Éric Toussaint, sobre las causas de la crisis alimentaria. El autor narraba como el banco belga KBC, inició una campaña publicitaria para animar a la ciudadanía a invertir en seis alimentos básicos. Sus anuncios proclamaban sin pudor alguno: “¡Sacad ventaja del alza de precios de los productos alimentarios!”. Según Toussaint, la publicidad presentaba como una “oportunidad” la “penuria de agua y de tierras agrícolas explotables”, que deriva en “una escasez y una consecuente alza de precios de los productos alimentarios básicos”.

Casual y paradójicamente, ese mismo día, los medios de comunicación informaban en sus páginas de economía que el gobierno belga había decidido inyectar 3.500 millones de euros al KBC. ¿Servirá el capital público para promover y agudizar el hambre a través de la especulación criminal de los terroristas de guante blanco? Y la gran duda que me acongoja tras escribir este artículo ¿Podrá pagar la comida el senegalés expulsado por vender DVD piratas?

 

(Versión del artículo con bibliografía en: http://www.elparquedelashamacas.org/html/biografia.html)

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Refundar el capitalismo o resucitar la socialdemocracia

ARTÍCULOS DE OPINIÓN

  • CARLOS CARNICERO

    29/10/2008

El Zumbido

Soy de los que considero que la importancia de la reunión de Washington está sobredimensionada por sus promotores. En primer lugar por el formato elegido: G-8 más G-20 es una reunión mixta que congrega a países de distinta naturaleza y con falta de cohesión de intereses. Su convocante es un político en desbandada que ni siquiera tiene poder moral para vincular en las conclusiones a su sucesor, que además ya estará elegido in péctore cuando se celebre la asamblea. No hay propuestas encima de la mesa con tiempo suficiente para la celebración de debates. Probablemente sólo será una tormenta de ideas.

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Se habla de ese encuentro de países tan heterogéneos como Estados Unidos y Argentina o Turquía como ocasión para la refundación del capitalismo pero todavía no se tiene más que vagas noticias de las propuestas que se van a analizar en Washington: ¿alguien pretende que al calor de una cumbre tan variopinta y con exclusiones, sin agenda previa, se pueden reglamentar las conductas de los mercados y cambiar el sistema económico?

Lo ocurrido en esta crisis es de tal gravedad que ni siquiera los responsables son capaces de explicar los límites de lo que está sucediendo ni por supuesto el alcance de sus consecuencias en una economía que necesariamente va a ser distinta. Los aficionados a los vaticinios empiezan a hablar del verdadero comienzo del siglo XXI en la reunión de Washington y comparan el momento histórico con la caída del comunismo.

Existen varias posibilidades para el futuro. La primera sería poner un parche en el sistema, refundando el capitalismo, con algunos controles más eficaces en los escasos instrumentos de regulación de los mercados. En esos parámetros estaría el “ejemplo español”. Y, ¿en qué consiste?: sencillamente en haber sufrido anticipadamente una crisis bancaria en la que el estado español inyectó proporcionalmente la misma cantidad de dinero para blindar el sistema financiero en el final de los ochenta. El caso Banesto y lo ocurrido con otros bancos más pequeños hizo emerger una reglamentación garantista en el Banco de España que ha vigilado los movimientos bancarios con eficacia pese a las quejas de quienes creían que eso encorsetaba a las entidades financieras.

Pero si se trata sólo de eso, que no es poco, la reunión de Washington es un exceso, una alharaca desbordada para sentenciar que los bancos centrales deben hacer su trabajo. Lo debían haber hecho y al contrario se dedicaron a desreglar el funcionamiento del sistema financiero.

Hay muchos aspectos no tan visibles de esta crisis que merecen reflexiones más profundas. En primer lugar el papel de la política democrática en la economía. El dogma de que el estado es un factor de molestia en el universo de eficacia de los mercados ha caído al fondo del abismo de la historia en donde yacen las ideologías muertas. Ahora se debiera tratar de reivindicar la dignidad de la política y del estado y su responsabilidad de intervenir no sólo para salvar al capitalismo de su destrucción.

El pensamiento socialdemócrata tiene la gran oportunidad de recuperar su espacio en un mundo que necesita armonizar demasiados intereses contrapuestos y en donde la redistribución de la riqueza está promoviendo abismos más grandes incluso dentro de las democracias consolidadas.

Podemos y debemos asistir a Washington pero sería un error conceder a ese cónclave la capacidad definitiva de definir nuestro futuro.

Carlos Carnicero es periodista y analista político.

Stop a los abusos del capitalismo.

 

L. G. / D. B. – Londres / Bruselas – 14/10/2008 23:14
La crisis ha dejado claro que ya no sirven las soluciones de antaño y que hay que crear nuevos cimientos para el sistema financiero mundial, porque los que había no eran suficientes y, además, han quedado muy dañados. Debatir sobre la refundación del sistema centrará la agenda de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que hoy y mañana se celebra en Bruselas.

Si el primer ministro británico, Gordon Brown, tomó la delantera la semana pasada con un programa de rescate de la banca, que el resto de la comunidad internacional ha replicado, ahora también quiere liderar este proceso de refundación del sistema financiero. Su receta pasa por “crear un mecanismo global de coordinación y supervisión” para salir “de la primera crisis financiera de la era global”, según anunció ayer en Londres.

Brown propone “una nueva arquitectura financiera para la era global”

Las operaciones de rescate de la industria bancaria y la reforma del sistema financiero han de producirse “simultáneamente”, defendió el jefe del Gobierno británico. “Debemos reconocer”, añadió, “que si los riesgos son globales, las responsabilidades también han de globalizarse”. Brown propone “una nueva arquitectura financiera para la era global” con sus cimientos apoyados en cinco principios: transparencia, integridad, responsabilidad, excelente gestión bancaria y cooperación a escala global. Esta nueva estructura debe incorporar fórmulas contables internacionales para evaluar los activos y asegurar la transparencia en todas las esferas financieras, incluidos los mercados de derivados de deuda que, según recordó el primer ministro, “mueven el riesgo por todo el sistema”.

Al mismo tiempo, el plan de Brown incluye la eliminación de los conflictos de interés en las agencias de evaluación de riesgo, una mayor responsabilidad en los planes de remuneración de las instituciones (es decir, de los elevados sueldos de los ejecutivos) y una supervisión efectiva de los consejos de administración de sus respectivos negocios.

Los nuevos cimientos deberían incluir una reforma del FMI porque, según Brown, “las instituciones internacionales fundadas en los años cuarenta deben ajustarse adecuadamente a la era moderna”.

El plan de Brown incluye la eliminación de los conflictos de interés en las agencias de evaluación de riesgo

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, también hizo su aportación sobre cómo deben ser las finanzas del futuro inmediato. A su juicio, sería necesaria una mayor supervisión de las actividades financieras transfronterizas, aunque no ve fácil su consecución porque, por ahora, ese objetivo genera una “oposición enorme”. Recordó que cuando propuso hace meses incrementar la supervisión, “varios líderes europeos me dijeron que no irían más allá de un código de conducta”. La resistencia de varios países a ceder competencias a la UE comienza por España, que ve necesaria una mayor coordinación, pero que teme perder competencias clave, según ha recalcado en varias ocasiones Pedro Solbes. Con todo, Barroso se mostró optimista por haber logrado unos niveles de coordinación “sin precedentes” en la reacción a la crisis. Tanto es así que aseguró que “ve la luz al final del túnel, pero todavía no estamos ahí”.

Desde el ámbito más concreto de las entidades, el presidente de Caixa Catalunya, Narcís Serra, propuso que la nueva regulación lleve hacia productos financieros más simples y transparentes, y modifique las normas contables, ya que ahora “nos castigan” porque son demasiado procíclicas, informa Glòria Ayuso.

Cita con Bush

Además de lo que se acuerde en la cumbre europea, el debate sobre el sistema financiero mundial también será protagonista el sábado. El presidente estadounidense, George Bush, ha convocado a Barroso y al presidente de turno de la Unión, Nicolas Sarkozy, para discutir la crisis. Se verán en Camp David, informa Efe.

Bomberos pirómanos.

JOSÉ VIDAL-BENEYTO 11/10/2008

Las múltiples intervenciones estatales para apuntalar a los bancos más averiados y envilecidos y a los sistemas bancarios que los albergan, pueden considerarse como premios a la trampa y al chanchullo. Pero además esas intervenciones no conseguirán detener la desbandada, si no van acompañadas de un conjunto de medidas rigurosas y radicales que impidan, más allá de la mano salvífica de los mercados que evidentemente no funciona, primero, el mantenimiento de las prácticas actuales y luego, una transformación total del orden capitalista actual.

 

La noticia en otros webs

El remedio de inyectar más dinero en el circuito que lo ha malversado es un desatino

Y digo transformar y no sustituir, porque los que como yo estamos frontalmente contra la explotación capitalista y defendemos la igualdad en y desde la libertad, sabemos que, hoy por hoy, no tenemos una propuesta cabal, ni siquiera una hipótesis válida que poner en su lugar. Esa incapacidad es nuestra mayor frustración, nuestra más lacerante impotencia, que no nos obliga, sin embargo, a aceptar las prácticas generales de latrocinio en que ha derivado hoy. ¿Cómo ha sucedido esto?

Decir capitalismo es constituir al capital en piedra angular del edificio económico, cuyo propósito esencial es obviamente generar beneficios, pero respetando una serie de reglas y cumpliendo la función social de satisfacer las necesidades, expresadas técnicamente en demandas, de los miembros de la comunidad. Satisfacción que comporta la producción de las mercancías y servicios que estas necesitan para su subsistencia y desarrollo y que se inscriben en la esfera que se califica como economía real. Esta a su vez reclama la cooperación auxiliar de una estructura que la dote de los mecanismos de financiación que reclama su ejercicio. Ahora bien, esta economía financiera, en posición subordinada ha abandonado su función instrumental y se ha erigido en matriz privilegiada de la riqueza, autonomizándose de los riesgos y servidumbres de los procesos de producción y consumo y suplantando, mediante la manipulación de las cifras y las finanzas, la rigidez fáctica de lo real por la flexibilidad de lo virtual y abstracto.

Entre los obreros y las máquinas por un lado y los apuntes contables por otro, no cabe duda de que la búsqueda del beneficio se inclinará siempre por lo segundo. Pero el triunfo de lo financiero ha sido tan total, que ha perdido el sentido de los límites y ha provocado, por sus excesos y abusos, su propia hecatombe. Intentar salir de ella mediante una apelación al sentido de responsabilidad de los actores económicos, en una situación de desmoralización tan completa de nuestras sociedades, no tiene sentido alguno, cuando han desaparecido principios y valores y hoy sólo priman el enriquecimiento y el éxito, el disfrute. De ahí que el remedio que se ha puesto en marcha, que pretende apagar la hoguera echándole más leña al fuego, digo, inyectando más dinero en el circuito que lo ha malversado y entregándolo además a los propios malversadores confiando en su súbita conversión a la decencia, es un desatino. Más cuando cabría venir directamente en ayuda de los depositarios y cuentacorrentistas a quienes se priva de sus ahorros, mediante un dispositivo general de garantías personalizadas.

De igual manera es insensato pretender que, sin un marco rígido de disposiciones compulsivas, el mundo de las finanzas renunciara a sus tan rentables prácticas. Pues como apuntaba el sábado pasado si los mecanismos de titrización, mercados a término, técnicas del LBD se ponen difíciles, pronto surgirán otras. O mejor ya han surgido, dado que las Credit-Default Swap o seguros de impago, mediante los cuales uno se asegura por los riesgos de un tercero, permiten una desmultiplicación casi ilimitada de dichos riesgos y de su operatividad, y representan ya un volumen de 62. 000 millardos de dólares.

Si los Estados quieren de verdad adecentar el mundo financiero en vez de recapitalizar a las entidades fulleras, ¿por qué no crean un Servicio financiero público y se dejan de nacionalizaciones parciales e interesadas? ¿Por qué no acaban con las cuentas número y ponen fin definitivamente al secreto bancario que cubre tantas ignominias y hace posibles tantas impunidades? ¿Por qué no se establece una Autoridad Mundial de Control que asegure el cumplimiento de las normas y, entre otras cosas, designe unos expertos públicos responsables del rating de los mercados financieros? Y sobre todo ¿por qué no se clausuran los 37 paraísos fiscales más conocidos, lugares para el confortable acomodo del botín de la criminalidad organizada sin los cuales las mafias de la droga y las armas y las bandas especializadas en la evasión fiscal y el blanqueo tendrían la vida mucho más difícil? Esa clausura sólo depende de los Estados. ¿Por qué no lo hacen? Y para terminar, ¿por qué no volvemos a la propuesta del Premio Nobel de Economía James Tobin en 1983, de crear una tasa del 0,5% sobre todas las transacciones financieras para limitar la atractividad de lo financiero y con su producto alimentamos un Fondo para el logro de los Objetivos del Milenio?

Esto ya es un ‘crash’.

El pánico en las Bolsas mundiales reclama una acción drástica del G-7 para afrontar la depresión

11/10/2008

Los mercados vivieron ayer un crash bursátil de considerable magnitud, más dañino si cabe después de una semana de descensos en picado. El Ibex 35 se hundió más del 9%, la mayor caída de su historia; Londres y Francfort perdieron en torno al 8% y Tokio se desplomó el 9,6%. El pánico mundial, muy intenso en las plazas asiáticas, obedece a varias razones de fondo. Una de ellas es que los inversores no se creen los planes de rescate financiero, ni las reducciones concertadas de tipos de interés, ni las desesperadas inyecciones de liquidez en el sistema. Consideran que han llegado tarde y que no evitarán algunas quiebras financieras latentes. Los inversores sólo confían hoy en intervenciones públicas directas en los bancos privados y en el control, lejano o próximo, de los poderes públicos. Por eso las medidas británicas son las que hasta el momento han sido mejor recibidas.

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La comparecencia ayer de George Bush para insuflar confianza en los inversores es una buena muestra de la magnitud del desastre que está viviendo el sistema financiero mundial. El presidente estadounidense aseguró que «podemos resolver esta crisis y la resolveremos». Pero es más que dudoso que Wall Street haya creído sus palabras; de hecho, perdía más del 3% después del discurso. Resulta significativo que Bush incluyera en su mensaje una mención a que el Plan Paulson «permite al Gobierno adquirir participaciones en las entidades financieras». El secretario del Tesoro y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, saben bien que la entrada de dinero público en el capital de los bancos es una de las pocas recetas que pueden amortiguar el pánico actual.

Para variar, el Gobierno español ha intentado reaccionar con agilidad y ayer mismo aprobó la puesta en marcha, antes de que acabe el año, del anunciado fondo para cambiar activos por liquidez a través de un crédito extraordinario de 10.000 millones. La rapidez con que intervendrá el fondo -que no es garantía total de eficacia- se completa con otra decisión igualmente razonable: el Parlamento controlará cada cuatro meses el buen desarrollo de su operativa. Sin una gestión transparente de los fondos extraordinarios no se recuperará la confianza en las normas del mercado, dañada para mucho tiempo por las quiebras bancarias, la persistente incertidumbre sobre la extensión de la crisis y el estrangulamiento del crédito hasta límites agónicos.

Además, los inversores están descontando ya que la economía mundial se encamina hacia un periodo recesivo prolongado, similar al de la depresión que afloró en 1929 y que se prolongó durante casi diez años. La histeria de los mercados no se puede aplacar ya con la enunciación de medidas correctas pero insuficientes. Los inversores esperan, y con razón, que la reunión del G-7 que comienza hoy se aproveche para decidir quién va a tomar el mando en las operaciones anticrisis. El Grupo debería establecer al menos un protocolo de actuación conjunta entre los Gobiernos y los bancos centrales. Sólo la concertación de las autoridades monetarias no basta; es necesaria una coordinación política mundial para hacer frente a la amenaza de depresión.

Mercado libre y “auxilio social”.

ARTÍCULOS DE OPINIÓN

  • 38x38 Amando Hurtado
  • AMANDO HURTADO

    02/10/2008

 

Lo de “ayudar al prójimo” caritativamente suele ser el recurso habitual – muy bíblico, evangélico, coránico, etc. – supuestamente compensatorio de la abundancia mal repartida. Injustamente repartida.

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Aquello que en España se llamó “Auxilio Social”, a cargo de esforzadas damas falangistas de la “Sección Femenina”, durante los años del hambre franquista, lo estamos viendo practicar ahora, casi como plan de emergencia, en diversos estados norteamericanos.

Según pone de relieve la especializada agencia estadounidense Realty Trac, analizando la situación de las transacciones inmobiliarias en 230 ciudades de aquel país, el número de expedientes abiertos por impago de hipotecas ascendió, en agosto, a más de 300.000. Las entregas de inmuebles a los bancos, por impagos, afectaron a una de cada 416 viviendas norteamericanas. Pero lo peor es que está a la vista un total de devoluciones que superará los 500.000 millones de dólares durante los muy próximos meses.

Centrándose en California, señala el Los Angeles Times que solamente un tercio de los propietarios morosos logrará evitar que sus casas vayan a parar a los bancos, puesto que los limitados subsidios a los que pueden acceder los casi millón y medio de parados de aquel Estado solo beneficiará al 50% de los mismos, dadas las poco generosas características del plan de pensiones y de asistencia social existente en EE.UU.

Como ya ocurriera durante la Gran Depresión de 1930, miles de personas desposeídas de hogar están durmiendo en sus coches. El Club Automovilista de Santa Bárbara, en la costa de California, informa de la necesidad de facilitar domiciliaciones en los diversos “campings” y ha logrado de las autoridades municipales la habilitación de 12 aparcamientos vigilados para albergar a los nuevos “sin hogar”. En otras ciudades californianas, los afectados están haciendo caso omiso de las ordenanzas que prohíben pernoctar en la calle…

Los llamados “bancos de comida” (food banks), en los que se venían repartiendo habitualmente raciones diarias a cerca de treinta millones de personas “pobres”, en todo el país, están empezando a verse desbordados ahora en California.

Uno no puede menos que cuestionar la autenticidad y la calidad de la beatífica imagen, acompañante del libre mercado, que los muy religiosos líderes políticos norteamericanos han venido publicitando como “American way of life”, pidiendo continuamente la bendición de Dios. Resulta que lo que algunos llaman irónicamente “turbo-capitalismo” no es otra cosa que la libre supremacía del capital financiero sobre cualquier aspecto de la vida social y personal de las gentes. Que se lo pregunten, si no, a los 400 más archimillonarios de aquel gran país….y de otros.

Tenido por muchos como pionero de las democracias surgidas en el siglo XVIII, Estados Unidos se aferra a aquel tiempo respecto a no pocos temas. Tardaron casi cien años en abolir la esclavitud y van camino de tardar el doble para poner en práctica postulados sociales que hagan posibles aspectos de la libertad que nos parecen inaplazables en el siglo XXI.

Amando Hurtado es licenciado en Derecho y escritor

El plan de rescate de Bush podría acabar con la pobreza mundial diez veces

POLÍTICA

Según el director de la Fundación «la Caixa»

ELPLURAL.COM/EFE

El director general de la Fundación «la Caixa», Jaime Lanaspa, dijo hoy que el fondo que el gobierno de EEUU quiere destinar a reflotar el sistema financiero, unos 700.000 millones de euros, es diez veces más de lo que se calcula que es necesario para erradicar la pobreza. Lanaspa consideró que es mucho más rentable, en términos humanos, destinar esos fondos a combatir el hambre en el mundo, que a rescatar operaciones de entidades que no han sido «suficientemente responsables, transparentes y probablemente legítimas en su trabajo».

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El responsable de la Fundación presentó en la Casa de África a empresarios canarios el proyecto que desarrolla la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización (GAVI), que ha evitado desde el año 2000 la muerte de 2,9 millones de niños, según datos de la OMS.

Problemas baratos de abordar
La directora de Área Social de «la Caixa», la infanta Cristina, consideró que estas cifras son reconfortantes y calificó «encomiable» la labor que desarrolla la Alianza, pero dijo que queda mucho camino por recorrer, pues más de 9 millones de niños fallecen al año en los países más desfavorecidos del planeta antes de cumplir los cinco años. La causa de la mayoría de estas muertes obedece a una enfermedad o combinación de ellas que se podrían prevenir con tratamientos no demasiado costosos, afirmó la infanta, quien dijo que las vacunas son el medio más eficaz contra la mayoría de las patologías que afectan a la población infantil de los países pobres.

Patologías «olvidadas»
El facultativo Manuel Corachán abundó que entre los médicos, que en poco se ponen de acuerdo, existe el consenso de que la mejor arma para combatir la mortalidad infantil en los países pobres en términos de «coste beneficio» es la vacunación, por proteger a los menores de las infecciones bacterianas, parasitarias y virales, a las que están expuestos. Corachán reclamó mayor esfuerzo económico para que se avance en la investigación y se puedan conseguir vacunas eficaces contra las enfermedades como el sida, la malaria y la tuberculosis, que matan al año a más de cinco millones de personas, así como contra las numerosas patologías «olvidadas» que también causan la muerte de muchas personas. 

Más de cuatro millones en 2009
La fundación destinará  4 millones en 2008 a su proyecto de vacunación y Lanaspa anunció que para el próximo año la dotación a este proyecto será igual o mayor. Reclamó asimismo el apoyo de los empresarios canarios al proyecto por la responsabilidad social que tienen las empresas, que es «una exigencia creciente para su legitimidad». GAVI cuenta con el respaldo de gobiernos de países desarrollados, entre ellos España, como en vías de desarrollo, así como de la OMS, Unicef, el Banco Mundial, industrias fabricantes de vacunas, ONGs, y la Fundación Bill y Milanda Gates, informó Corachán.

Joaquin Estefanía: «Socialismo para ricos»

 

La impaciencia por saber si sería aprobado y conocer la letra pequeña del plan de rescate financiero de la Administración Bush, ha impedido detenerse con la atención debida en la quiebra de la principal caja de ahorros de EE UU, Washington Mutual (WaMu). Esa quiebra -la mayor de una entidad financiera en la historia americana- supone otro salto cualitativo en la naturaleza de la crisis. ¿Por qué? Porque esta vez ya no se trata de una institución mayorista, como por ejemplo Lehman Brothers, sino que su caída tiene consecuencias sobre los ahorros de decenas, o acaso, centenares de miles de ciudadanos: Main Street, no Wall Street.

 

Estados Unidos

A FONDO

Capital:
Washington.
Gobierno:
República Federal.
Población:
290.000.000 (2004)

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WaMu no es un caso más de bancos que desconfían de bancos en el interbancario, sino de ciudadanos afectados en su confianza hacia el funcionamiento del sistema financiero minorista (como el británico Northerm Rock, que hubo de ser nacionalizado). Desde el principio de la semana pasada, casi 18.000 millones de dólares fueron retirados de las oficinas de WaMu, generando una espiral de pánico. La intervención de la Administración Bush facilitando la compra de WaMu por JP Morgan Chase -evitando cualquier tipo de subasta a la que hubieran podido acceder otros bancos, porque no había tiempo para la misma- ha logrado detener por el momento ese pánico de las ventanillas.

Que la crisis financiera ha traspasado directamente, por primera vez de modo tan nítido, el ámbito de la aristocracia bancaria y ha llegado al conjunto de los ciudadanos, lo demuestran las primeras reacciones en la calle contra el plan de rescate de Bush. En las manifestaciones a las puertas de la Bolsa de Nueva York se ha calificado a esta solución de ayuda al sector financiero como «socialismo para los ricos, liberalismo para los demás», tan familiar a los neoliberales, como enseña la historia, en todas las mutaciones de idéntica índole. Los ciudadanos se encuentran inmersos en el clásico dilema del prisionero de la teoría de juegos (William Poundstone, editorial Alianza, 1992), un modelo de conflictos muy frecuente en la sociedad: cada jugador, de modo independiente, trata de aumentar al máximo su ventaja sin importarle el resultado del otro jugador, y sin embargo ambos jugadores obtendrían un resultado mejor si colaborasen; desafortunadamente para los prisioneros, cada jugador está incentivado por sus propios intereses (en este caso económicos) para defraudar al otro, incluso tras prometerle colaborar. Los ciudadanos se han encontrado en el dilema de apoyar la intervención o la barbarie. Por hacer unas comparaciones cercanas: si el rescate se elevase finalmente hasta un monto total de 700.000 millones de dólares, equivaldrá a vez y medio el coste de la guerra de Irak (sin tener en cuenta los gastos colaterales de la última, estudiados por Stiglitz); la ayuda a África, comprometida en la ONU pero no desembolsada por las potencias donantes, será tan sólo una décima parte del monto de esas ayudas al mundo de las finanzas.

Sorprende por ello el endoso de oficio de las mismas que hizo el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, en Nueva York, alegando que se trata de una «circunstancia excepcional» y que su objetivo es «romper la dinámica de restricción de crédito». Entonces, ¿por qué se ha negado a instrumentar aquí algo similar? Ya sabemos que las particularidades son otras, pero la restricción de crédito a las empresas es real. No hay que más que hablar con los titulares de las últimas, que consideran que el estrangulamiento del crédito es la dificultad central de nuestra coyuntura.

Pendientes de conocer las tripas de los Presupuestos Generales del Estado -de los que se han avanzado las líneas maestras- se pueden reproducir los versos que en 1959 escribió Jaime Gil de Biedma a su amigo Juan Marsé (Noche triste de octubre), que parecen elaborados para hoy mismo: «Definitivamente / parece confirmarse que este invierno / que viene, será duro. / Adelantaron / las lluvias, y el Gobierno / reunido en consejo de ministros, / no se sabe si estudia a estas horas / el subsidio de paro / o el derecho al despido, / o si sencillamente, aislado en un océano, / se limita esperar que la tormenta pase / y llegue el día, el día en que, por fin/ las cosas dejen de venir mal dadas» (por la transcripción, Rodolfo Serrano, periodista y poeta).

Fiesta a costa del contribuyente.

A. TUDELA/F. SAIZ/ A. ESTRADA – Madrid – 19/09/2008 10:02
Las bolsas mundiales celebraron este viernes una fiesta histórica. El Gobierno de Estados Unidos, si así lo aprueba el Congreso, va a forjar un cuchillo de oro para cortar y comerse el trozo podrido de su economía que está enfermando al mundo entero: las pérdidas de las entidades financieras derivadas de la crisis de las hipotecas basura.

“Cientos de miles de millones de dólares” va a emplear la Administración Bush en la herramienta para acabar con la crisis, dijo ayer el secretario de Estado del Tesoro, Henry Paulson, hablando de un capital que sale directo del bolsillo del contribuyente de su país.

Para mantener la liquidez necesaria mientras se aprueban las nuevas medidas, la Reserva Federal estadounidense (Fed) inyectó ayer otros 20.000 millones de dólares al sistema. Su homólogo europeo, el BCE, efectuó una inyección de 40.000 millones de dólares. Además, para completar el paquete, el regulador bursátil de EEUU (la SEC) prohibió operaciones especulativas a corto plazo.

Inyección pública 

Las noticias sacaron de debajo del colchón buena parte del dinero que se había esfumado de los parqués junto con la confianza en el sistema.

Los índices europeos iniciaron ya desde por la mañana la orgía de compras sin freno. Por la tarde, cuando Wall Street se sumó a la fiesta con nuevas subidas que sumar a las del jueves (totalizando subidas desconocidas desde la crisis de 1929), se encontró a los europeos tan embriagados que la fiesta terminó en catarsis. Ni el índice RTS ruso se lo quiso perder y, tras dos sesiones teniendo que ser suspendido, subió un 22,39% en el día.

Entusiasmados como becarios, los bancos llevaron la voz cantante. Cómo no, si el alud de millones cae directo sobre sus arriesgados balances. Especialmente alegre se mostró UBS, una de las más castigadas por las hipotecas basura, que subió un 32%.

Morgan Stanley, que gana tiempo para buscar un aliado con quien fusionarse, subió un 20%, lo mismo que Goldman Sachs. Washington Mutual, por su parte, alentado por las noticias sobre candidatos a comprarlo, entre los que podría encontrarse el español Santander, subió un 42%.

El Ibex 35 español cerró con una subida del 8,71%, la mayor de su historia. No se vivía nada igual en la Bolsa de Madrid desde noviembre de 1987, cuando los valores rebotaron después de estrellarse contra otro duro suelo, el crash iniciado con el lunes negro.

EEUU, una vez más, ha decidido cuándo es viernes y empieza la fiesta. Coincidió que era viernes y la alegría logró borrar las pérdidas de la semana. Esa semana ya histórica en que dejó quebrar Lehman Brothers antes de nacionalizar las pérdidas de todos los demás bancos.

 

La semana en la que el capitalismo tampoco cambiará.

En estos días extraños en los que la patronal pide un paréntesis en el libre mercado, George Bush nacionaliza las pérdidas de la banca y el Gobierno comunista chino puja por comprar el único gran banco de inversión que aún no ha quebrado, ¿alguien sabe en qué cueva se esconde el Fondo Monetario Internacional (FMI)? En Corea del Sur se acuerdan mucho de él. Hace una década, durante la crisis de los tigres asiáticos, a finales de los 90, el FMI puso una condición innegociable para rescatar al país del terremoto financiero: que el gobierno no ayudase a los bancos y demás empresas al borde de la bancarrota. Decían los apóstoles del FMI que era mejor para la economía que esas compañías quebrasen porque así el ‘ajuste’ –ese eufemismo– sería mucho más rápido. Medicina neoliberal: la mejor manera de sanar al enfermo es matarlo para que su hijo ocupe pronto su lugar en la fábrica.

Ahora que el enfermo es Estados Unidos la receta es muy distinta. No es país para corralitos. “Está muy bien decir ‘dejen que el sistema financiero siga, que consiga su equilibrio’ (…) pero cuando se enfrentan ataques especulativos, los precios se pulverizan y parece que las grandes corporaciones van a colapsar, es natural que el gobierno intervenga y diga ‘no podemos dejar que esto suceda”, argumenta ahora Raghuram Rajan, ex economista jefe del FMI. Y así, como lo más natural del mundo, el país donde supuestamente mejor funciona el mercado descubre que la mano incorrupta y milagrosa de Adam Smith, de tan invisible, ni está ni se la espera. “La intervención del Gobierno era esencial, dado el precario estado de los mercados”, explica George Bush, presidente de los Estados Socialistas de América.

Entre los 700.000 millones de dólares de este último empujón y lo que ya llevan gastado en los demás ‘rescates’, la factura ya ronda los dos billones de dólares; cerca del 15% del PIB anual estadounidense. Es probable que esta losa –un nuevo éxito para los libros de historia de la era neocon de Bush– agudice aún más otro proceso que ya está en marcha: la decadencia del imperio americano, el fin de la hegemonía unilateral de la que disfruta EEUU desde la caída del muro de Berlín. ¿Será también el fin del capitalismo tal y como lo conocemos? ¿Aprenderá el mundo de sus errores? ¿Nacerá de estas cenizas un nuevo modelo económico donde el libre mercado sea un método y no un fin? Por desgracia, la respuesta es no.

Hay una viñeta de Tintín que describe muy bien qué ha sucedido en los mercados financieros durante los últimos años. Es uno de los gags de “Aterrizaje en la Luna”. Tintín avisa a la tripulación, que flota ingrávida, de que en pocos segundos el cohete entrará dentro del campo de gravedad de la Tierra. “Sujetaos a algo”, grita Tintín. Y los inefables detectives Hernández y Fernández obedecen. Hernández se agarra a Fernández. Fernández se aferra a Hernández. Y, cuando la gravedad regresa, ambos se van al suelo.

La explosión de la burbuja inmobiliaria ha recordado al mercado la manzana de Newton: que lo que sube tiene que bajar. “Hemos llevado al capitalismo a su perfección, hemos acabado con el riesgo”, presumía hace unos años un bróker de la City londinense. El invento, sobre el papel, parecía bueno. El riesgo también se puede vender, y sobre eso se desarrolló el capitalismo abstracto sobre el que se levantaba el castillo de naipes que ahora se ha desmoronado. Doy hipotecas a los que no las pueden pagar, al tiempo que emito un bono (con una rentabilidad menor que el tipo de interés que cobro al hipotecado) que me permita recuperar el dinero lo antes posible y así volverlo a prestar otra vez. Esos bonos de cobro dudoso, los de las hipotecas de los pobres, quedan en teoría compensados por otros más seguros, los de las hipotecas de la clase media. Se mezcla el chóped con el jamón y así el riesgo desaparece; la banca siempre gana y los pisos nunca bajan de precio. Con esa misma fórmula, repetida mil veces, el riesgo se coló en la máquina y ascendió más y más hasta el corazón de las finanzas. Por el camino, una serie de vigilantes privados a sueldo del vigilado (que alguien pruebe ese mismo método en las cárceles, a ver qué tal) certifican que el enfermo goza de buena salud. Todo va bien mientras gira el carrusel. Todo va bien hasta que vuelve la ley de la gravedad –los hipotecados dejan de pagar, primero los pobres pero después también la clase media– y la banca se estrella contra el suelo mientras se pregunta qué paso, si no había riesgo posible. Si AIG Hernández sujetaba a Lehman Brothers Fernández. Y viceversa.

En realidad, ni siquiera es un invento nuevo. Ya pasó otra vez hace poco más de 20 años, en el crash de 1987. En aquella ocasión, los bonos basura –que era como se llamaba a esos bonos de alto riesgo- fueron también una de las causas que llevaron a Wall Street a su lunes negro, el 19 de octubre de 1987: la mayor caída de la bolsa desde 1929. En aquel momento, igual que ahora, se habló de nuevos controles más estrictos para evitar los excesos del capitalismo abstracto. Entonces, igual que ahora, se decía que el mercado había aprendido la lección, que el crash serviría de vacuna para la siguiente fiebre. Es obvio decir que de poco valió.

El capitalismo no es malo, lo han dibujado así. Es el peor sistema económico posible, a excepción de todos los demás. Sí, el mercado libre es la fuerza más poderosa de la galaxia, la búsqueda egoísta de la rentabilidad mueve el mundo, para lo bueno y para lo malo. Pero su voracidad es tan grande que siempre encuentra el camino para sortear –o desmantelar, a través de esa subespecie del poder económico llamada poder político– las regulaciones con las que sus víctimas intentan defenderse de sus excesos. Cada dos o tres décadas, más o menos, el mercado se olvida de que también es mortal, el cielo financiero se desploma sobre nuestras cabezas y hay que ceder al chantaje y pagar con los impuestos los errores de los bancos porque la alternativa es aún peor. Cada dos o tres décadas, la intervención del Estado demuestra ser la única vacuna para salvar al capitalismo de su avaricia caníbal. Cada dos o tres décadas, el libre mercado recuerda, por las malas, que hasta los deportes más agresivos necesitan un árbitro. Y entonces todo cambia para que todo siga igual.

Felipe Gonzalez: El capitalismo en el espejo.

FELIPE GONZÁLEZ 17/09/2008

Un año después del comienzo de la crisis del sistema financiero de Estados Unidos y su rápido contagio a otras áreas centrales, seguimos sin diagnóstico y, por tanto, sin terapia. O con medidas que tratan de contrarrestar la sintomatología que puede apreciarse sucesivamente, pero sin certidumbre sobre las causas profundas y sus consecuencias, salvo las que van aflorando cada día.

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De momento, la crisis ya ha liquidado el dogma neoliberal de que el mercado lo arregla todo

Es arriesgado que el Banco Central Europeo siga con estos tipos de interés

Es una crisis extraña, incluso para reaccionar con una mínima coherencia. Por el momento ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo. Es decir, la teoría dominante desde los años 90 del «todo mercado», con un rechazo fundamentalista a la intervención regulatoria.

También ha mostrado que la globalización del sistema financiero plantea problemas de gobernanza que escapan a la capacidad de los poderes establecidos en el viejo Estado nación y en los organismos internacionales tradicionales.

El desconcierto lleva a la Unión Europea a hacer lo contrario de lo que se hace en Estados Unidos en política monetaria, aunque los problemas de inflación sean los mismos. Tanto si bajan los tipos como si suben, en los países centrales sigue cayendo la actividad y los precios se resisten a bajar.

En la UE en general, porque Reino Unido va por su rumbo, hay gran resistencia a las intervenciones consideradas como contradictorias con el libre funcionamiento del mercado. En Estados Unidos vemos acciones como la nacionalización encubierta de las sociedades que controlaban casi la mitad del mercado hipotecario, con una intervención de 200.000 millones de dólares y las reclamaciones de más intervención porque las quiebras continúan.

Así podríamos seguir poniendo ejemplos de actuaciones al menos dispares para enfrentar la misma crisis. La paradoja es que el comportamiento pragmático, chocando con la ideología neoliberal, se da en la cuna doctrinal de esta teoría, en tanto que en la UE, tan crítica siempre con ese neoliberalismo, hay una renuencia muy fuerte a la intervención para contrarrestar la sintomatología de la crisis.

Es verdad, casi la única verdad, que se sigue sabiendo poco sobre las causas profundas de esta crisis global y que nadie se atreve a predecir ni los efectos ni la duración. Ha habido otras con anterioridad, como la que indujo hace una década la crisis financiera de los mercados emergentes que terminó contagiando a los centrales en los albores del nuevo siglo.

Ahora ha empezado al revés. Son los países centrales, comenzando por Estados Unidos, los generadores de la crisis financiera. Como hace una década peroal revés, hay quienes dicen que los países emergentes están desmarcándose de ella, pero tengo la convicción, que entonces también expresé, de que se contagiará el conjunto del sistema y tendrá efectos sobre la economía real de los países emergentes, no sólo de los centrales.

Subyace a la crisis actual una situación nueva, inducida por dos factores: la evolución de los precios de las materias primas, sobre todo energéticas, que han trasladado masivamente el capital a los países productores y a los que han mostrado capacidad de generar riqueza y ahorro como nuevas potencias emergentes (China o la India). El llamado Occidente desarrollado tiene que pagar en el futuro lo que ha gastado ya, en tanto que las zonas productoras de energía y los grandes emergentes han ahorrado lo que podrán gastar o invertir en ese mismo futuro.

Y en todas partes la fuerte tensión inflacionista es el factor más preocupante.

El «triunfo pleno» del sistema capitalista o de mercado, con las variantes que deseen desde China a Chile, tras la caída del modelo comunista, lo ha dejado sin alternativa sistémica. No se pueden considerar alternativas ninguna de las utopías regresivas que aparecen de vez en cuando con poco recorrido y menos consistencia.

Pero estamos haciendo del mercado algo que no es. Una especie de régimen que va más allá de la economía de mercado para llevarnos a una sociedad de mercado, cada vez más global y pretendidamente autorregulada por la mano invisible.

De broma, pero en serio, podríamos decir que el capitalismo no se contrapone al comunismo, por extinción de éste, sino que se mira en su propio espejo y constata que la imagen que le devuelve es fea y fuera de control. Durante años, cuando las cosas marchaban bien globalmente, aun con muchos desajustes y desigualdades lacerantes, las miradas en el espejo han sido autocomplacientes. Ahora, que estamos navegando en la incertidumbre o con la certidumbre de que esto va mal, la imagen que se refleja no satisface a nadie.

Si las consecuencias no fueran tan duras, e incluso dramáticas, sería divertido contemplar al sistema triunfante sin saber qué hacer consigo mismo, sin poder compararse a otros como peores y sin poder encontrar culpables. Pero no da la situación para divertirse y hay que actuar.

Primero con el mayor pragmatismo posible y sin pérdida de tiempo, porque las teorías tradicionales no nos ofrecen soluciones a la nueva realidad que aparece fuera de libreto. Esto vale para los Gobiernos europeos y para la propia Unión Europea y su Banco Central, porque es muy peligroso y arriesgado seguir esperando con estos tipos de interés y esta falta de liquidez.

Segundo, intentando buscar un papel para la política con mayúsculas, capaz de hacer más previsible la evolución futura de este mercado global que escapa a los poderes establecidos en la sociedad industrial. Un mercado global sin reglas o con las de la famosa «mano invisible», nos llevará en el futuro a otras crisis, no cíclicas como decíamos antes, sino imprevisibles y sorpresivas como la que estamos viviendo ahora. ¿No se está incubando la siguiente crisis financiera a través de las operaciones a futuro sobre materias primas y alimentación con un escaso nivel de afianzamiento?

Es decir, la famosa gobernanza (papel ineludible de la política) permanece en el ámbito de lo local-nacional y de los obsoletos organismos financieros del pasado, en tanto que los fenómenos económicos y financieros más relevantes se mueven en el ámbito global sin gobierno alguno.

Por si fuera poco, la era posterior a la caída del Muro de Berlín ha alimentado un descrédito de la política como un estorbo al desarrollo sin reglas de la nueva era de la globalización.

Cargada de paradojas y plena de contradicciones la situación en que nos encontramos, pasamos de pedir a los responsables políticos que no interfieran, que no regulen, que dejen libertad a los mercados, a reclamar que arreglen los desaguisados a los que den lugar, incluso cuando la crisis, por sus causas y consecuencias, está más allá de sus competencias y capacidades locales-nacionales.

Más que nunca, necesitaríamos, para empezar, una acción a nivel de la UE y una concertación transatlántica eficaz para continuar. Los responsables del comienzo de esta situación, que alcanza ya dimensiones globales, tienen la obligación de dar respuestas a sus áreas y al mundo. Pero no se ve en el horizonte y esto crea más desasosiego.

Felipe González es ex presidente del Gobierno español.

La crisis de la izquierda o la clarividéncia caustica de Vazquez Montalbán.

La crisis de la izquierda

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

EL PAÍS, 6 / 5 / 1984.


La historia les hizo así. Los partidos socialistas y los comunistas actualmente existentes son estructuras políticas con una lógica interna interrelacionada con la historia que han vivido y que han hecho. Ambos devienen de una toma de conciencia decimonónica sobre el sentido de la historia y del progreso humano, cuyo mejor codificador fue el socialismo científico y, en primer plano del mismo, Marx y Engels. La acción teórica y práctica del marxismo a través de sus organizaciones políticas y sociales ha contribuido a modificar las condiciones objetivas y subjetivas que hicieron posible el pensamiento original de Marx y Engels tal como se dio. La acción del marxismo también ha modificado al antagonista, ha debilitado su prepotencia, pero al mismo tiempo le ha obligado a adecuar instrumentos de ataque y defensa de nuevo tipo. Marx y Engels diagnosticaron certeramente la razón de la historia y las condiciones totales de su tiempo. Pedirles que además acertaran en la respuesta que iba a recibir el marxismo y en las intermodificaciones consiguientes sólo se puede hacer desde la ignorancia, la beatería o la mala fe.
    Las formaciones políticas herederas de la conciencia de lucha de clases fraguada a partir de la revolución industrial disponen de un metabolismo históricamente conformado en la dialéctica constante entre sus deseos y la realidad. Han interiorizado un conocimiento de la realidad y han exteriorizado un comportamiento histórico para modificarla positivamente, valiéndose de distintos mecanismos de adaptación a las circunstancias cambiantes. Aprehender realidad. Ésta es la clave de la cuestión. Naturalmente, a partir de un conocimiento científico de los mecanismos de la realidad, sea cual sea el énfasis que se ponga sobre tres fases interrelacionadas de una misma situación concreta: las claves económicas, las posibilidades políticas, la energía transformadora de la conducta social. Si se mantiene esta tensión dialéctica entre lo que se sabe, se asume y se hace, los partidos políticos progresivos están en condiciones de forzar los ritmos de la historia. Si se rompe esta tensión dialéctica, los partidos políticos tienden a instalarse en lo que ya saben y a convertirse en factores objetivos de retención de ritmo histórico, cuando no en instituciones fácilmente manipulables por los partidarios de convertir el filme en una foto fija.
    Los partidos políticos son sujetos colectivos pensantes, capaces de adquirir un saber, una conciencia y de actuar en consecuencia. Los de derecha tienden a convertir lo que ya saben en categorías de conocimiento universal eterno inmodificable, a lo sumo con capacidad mimética de adaptación a transformaciones superficiales. Pero la razón de ser de la izquierda radica precisamente en su papel de energía de cambio para bien, es decir, para mejorar cuantitativa y cualitativamente la condición humana contra toda alienación superable, contra toda alienación que tenga una razón de ser social.

Este sujeto colectivo pensante, este intelectual orgánico colectivo llamado partido, sea socialista o comunista, decide unos mecanismos de aprehensión de la realidad, metaboliza los datos recibidos y actúa. La bondad del procedimiento ha sido incluso cantada por los poetas: «Tú tienes dos ojos, pero el partido tiene mil», escribe Bertolt Brecht en el inicio de su Oda al partido. En sus etapas de vanguardia de la conciencia crítica, socialismo y comunismo fomentan un aumento cuantitativo del saber de sus militantes y disciplinas internas de debate que acercan, dentro de lo que cabe, a esa elaboración colectiva de consciencia. Creo que es posible incluso delimitar el momento del tiempo histórico en que, ya separados comunistas y socialistas, atrofian sus mecanismos de aprehensión de la realidad a partir de servidumbres no sólo diferenciadas, sino incluso enfrentadas entre sí cruelmente. La lucha entre espartaquistas y socialdemócratas al acabar la primera guerra mundial o las batallas, no siempre meramente dialécticas, entre la II y la III Internacional, inmediatamente antes e inmediatamente después de la segunda guerra mundial, bloquean la capacidad de aprehensión critica de la realidad, en un doble sentido de la palabra bloquear: paralizan mecánicamente y alinean según el punto de referencia de dos bloques internacionales. Socialistas y comunistas aprenden, piensan y actúan en función de tomas de posición en una de las dos trincheras y tienden a convertirse en factores de parálisis histórica, de instalación en el empate histórico. El grado de agudización de la guerra fría, marca el grado de cerrazón o apertura en el bloqueo, y resulta de un primitivismo marxista ruborizante llegar a concebir la sospecha de que el deshielo dogmático de los años sesenta se debió al boom económico neocapitalista, que hizo a los unos menos hostigantes y a los otros menos recelosos.
    Lo cierto es que de ese largo período de guerra de trinchera los partidos comunistas y socialistas salieron seriamente afectados como sujetos conscientes. Los partidos socialistas reducían el intelectual orgánico colectivo a congresos fantasmales donde se imponían los hechos consumados, el saber digerido por el aparato profesional que esgrimía la lógica de lo pragmático. Y los partidos comunistas se dividían internamente en dos entes, sólo unidos por la cultura de las disciplinas y el seguidismo: el partido programador y el partido máquina, reducido casi siempre el partido programador a la prepotencia de los poderes fácticos internos, encabezados por los secretarios generales y los dirigentes creados a partir de las costillas de los secretarios generales. Los colectivos militantes se convertían paulatinamente en idiotas orgánicos colectivos informados a través de filtros cenitales. Sólo así se explica que los partidos comunistas occidentales tardaran más de veinte años en enterarse de que el asalto al palacio de Invierno era ya imposible y que algunos partidos socialistas del mismo hemisferio aún no sepan que actúan como agentes objetivos al servicio de la supervivencia del sistema capitalista.

El desencanto o la disidencia, cuando no la apostasía, jalonan de espíritus sensibles las cunetas de un largo camino que va desde 1945 hasta el infinito, y en el interior de los partidos de izquierdas se ha instalado una conciencia de administración de lo que ya se es y de lo que aún se tiene, es decir, de un patrimonio social que sólo sale al exterior los días de procesión electoral y en algunas otras fiestas de guardar. A los partidos socialistas aún les queda el morbo histórico de un bandazo electoral que les permita relevar a la derecha, más por una fluctuación del gusto colectivo que por una clara diferenciación de programas de gobierno. Pero a los partidos comunistas de Occidente, salvo el italiano, que tiene un patrimonio difícilmente dilapidable, sólo parece preocuparles la búsqueda de un espacio electoral que les haga necesarios históricamente y que les ayude a mantener un aparato burocrático.
    La sociedad civil asiste a este espectáculo cada vez más distanciada y a lo sumo convocada para elegir entre males menores, pero desde una sospecha, más o menos lúcida, de que el saber de la izquierda no se renueva y sus mecanismos de creación de conciencia colectiva y de movilización de energía de cambio están atrofiados. Prueba de ello es que los partidos de izquierdas no sólo tienen rotos los mecanismos de comunicación con la inteligencia no partidaria, sino que no han sabido localizar la aparición de nuevas formaciones de conciencia crítica como respuesta a injusticias objetivas que los partidos de izquierda o ignoraban o tenían olvidadas, o embalsamadas de retórica. Pongamos como ejemplos el ecologismo, el pacifismo o la liberación sexual, que hasta ahora tanto los partidos socialistas como los comunistas, en cuanto aparatos, sólo han sabido ignorar o manipular, más según razones electorales que de consciencia revolucionaria. Para muestra, el comportamiento de la socialdemocracia alemana occidental, que es promisil o antimisil según esté en el Gobierno o fuera del Gobierno, o de los partidos comunistas que son anticentrales nucleares… occidentales. Igualmente son incapaces los partidos de izquierda de dar una alternativa a la conciencia abstemia que impregna la disposición política de mayoritarios sectores de la sociedad, imbuidos de que sobreviven en un mundo de efectos sin causas, en el que la mejor elección es la del mal menor.
    Sería gratuito denunciar esta radical impotencia histórica desde una complacencia masoquista o como coartada de disidencia. La parte más lúcida, menos alienada, de la izquierda tiene la obligación de proponer el desbloqueo del intelectual orgánico colectivo, desbloqueo que previamente requiere una revisión de la razón de ser de partidos transformadores, reducidos a la función de porteros de trinchera o de instituciones contribuyentes al esplendor del supermercado de las ideologías desideologizadas. Casi 200 años de cinismo burgués enriquecen la finura de la distorsión practicada por la argumentación de la nueva derecha, que llega a reprochar a la izquierda tradicional su inutilidad revolucionaria. Pero no porque la crisis de ia izquierda sea un argumento de la vieja o nueva derecha deja de ser real. Esa crisis existe y activa la falta de capacidad de respuesta social a la situación de desesperanza que caracteriza a la sociedad civil de Occidente, una sociedad que ni siquiera tiene el proyecto de hacer algo para sobrevivir, que se limita a asumir cotidianamente que la han dejado sobrevivir.

La ofensiva ideológica de la nueva derecha empezó poniendo contra las cuerdas al marxismo como método de diagnóstico, y a los partidos marxistas, como instrumentos para la transformación positiva de la realidad. A continuación se puso en revisión la posibilidad de que la historia tuviera un sentido progresivo y que ese sentido pudiera ser activado. Finalmente, la ofensiva apunta al descrédito mismo del saber histórico, de la historia, porque así queda sin sanción el comportamiento de la reacción objetiva y se elude la gran cuestión: la necesidad de cambiar la idea de progreso acuñada por la conciencia burguesa, arruinada por el grado cero de desarrollo y la imposibilidad de mantener los niveles de acumulación capitalista. A la defensiva, con miedo a perder votos, a desestabilizar el statu quo de los bloques o a excitar el fantasma del fascismo, los partidos de izquierda tradicionales han dado la callada por respuesta, asumen un strip-tease teórico que más parece el lanzamiento de lastre desde un globo que pierde altura, y en lo fundameatal renuncian a renovar su conocimiento social, porque tal vez se pondría en cuestión su propia función. Y en cuanto a los intelectuales de izquierda no órgánicos, no militantes, o bien están en plena espiación por sus alienaciones pasadas o bien temen pasar al museo antropológico de la premodernidad, juntos y revueltos con el Manual de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS, el santo prepucio de Kautsky, el tampax y el traje de baño incorrupto de Mao Zedong.
    Los malestares de la conciencia universal fin de milenio son malestares sociales derivados de una determinada organización de la producción y de la vida, y, por tanto, sigue siendo necesario un cambio radical de estructuras, sin que pueda separarse el plano nacional del internacional. El marco dialéctico de fondo sigue siendo la relación de dominación entre capital y trabajo, entre centros colonizadores y periferias colonizadas. Es decir, el marco sigue siendo, en lo fundamental, el que supo plasmar el socialismo cíentífico, al que hay que añadir más de 100 años de agudización y metamorfosis de las contradicciones. Pero es cierto que la radicalidad de estas contradicciones se manifiesta sobre todo en la periferia, y el escepticismo desganado del habitante de una provincia céntrica del imperio es consecuencia de su propia pérdida relativa de protagonismo. El tema de la crisis de la izquierda entretiene como una chuchería del espíritu que sólo tiene sentido en los escasos rincones del mundo (París, Londres, Malasaña, Olot) donde la izquierda ha podido permitirse el lujo de anquilosarse. Pero, incluso en esos rincones privilegiados, la izquierda sigue teniendo función cuando, por encima de razones de coyuntura, está en condiciones de elegir entre sandinistas y anti-sandinistas, entre burocracia soviética y aquellos disidentes que apuestan por las libertades como instrumentos para cambiar la vida y la historia, entre nuclearización y desnuclearización, entre política de bloques y desarme universal generalizado, sin olvidar tomas de partido tan elementales como elegir el sentido de austeridad que trata de imponer la patronal o el sentido que pueden asumir las clases populares a cambio de estimular el proceso de transformación.

Pero difícilmente la izquierda puede quejarse de la ofensiva de la nueva derecha y de la grave neutralidad apolítica de la juventud o de las masas cuando no ha sabido ni siquiera espabilar al intelectual orgánico colectivo que tenía más cercano y ha tolerado, por vía activa o pasiva, que se convierta en un idiota orgánico colectivo, idiota perfecto, porque ni siquiera sabe que lo es. Al margen de este querer o no querer, poder o no poder, la historia sigue y los aburridos provincianos o capitalinos del imperio pueden ver a través de la televisión, privada o pública, en blanco y negro o en color, cómo en la periferia la nueva derecha es otra cosa e inscribe 30.000 desaparecidos en el necesario debe de la democracia. Y sin ir tan lejos, los desganados occidentales pueden comprobar cómo los bobbies pierden la compostura cuando los pacifistas se oponen a que la nueva derecha convierta su peso en misiles atómicos y cómo los sofisticados ejecutivos de multinacionales, irónicos y sutiles perdonahistorias, puestos a elegir entre beneficios y contaminación, eligen contaminación.
    Al fin y al cabo, la izquierda nació históricamente para ganar la batalla del progreso, y si la izquierda realmente existente no sirve, las necesidades humanas la sustituirán por otra. Incluso pueden cambiarle el nombre. Pero me parece que no se trata de una simple cuestión nominal.

(Recogido por Vicent Vecher de www.vespito.net)